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sábado, 14 de abril de 2018

LOS SOCORRISTAS PORTUENSES Y LOS NAUFRAGIO DEL “TITLIS”


Agustín Armas Hernández

SEGÚN el sabio refrán: «La ocasión hace al ladrón». Y también al héroe, veámoslo. Leía yo en una revista de hace años, la tragedia del ferry británico «Heraid off free Enterprise», accidentado en las costas belgas, y los actos de heroísmo de varios pasajeros. Ello hízome recordar el famoso naufragio, ya lejano, entre los peñascos de «Punta Brava», Puerto de la Cruz.

Hasta primeros del siglo XX, «La Brava» (actual «Punta Brava»), dormía el sueño de los tiempos. No era más que una lengua volcánica/rocosa que se introduce provocativa, desafiante en el Mar Océano del norte tinerfeño, rincón aislado, distante en la costa de un pueblito, también rebautizado, antes «Puerto de Orotava» hoy Puerto de la Cruz.

Grandes masas rocosas semisumergidas unas y aflorando a la superficie otras han sido motivo de alarma y preocupación para todos los marinos y capitanes de barcos que con frecuencia solían visitar el muelle portuense en aquellos años…siglos XVII-XVIII-IXX para cargar los ricos frutos del fértil valle de La Orotava. No eran infundados estos temores, pues... en la madrugada del 11 de diciembre de 1910, un grito desgarrador hirió el espacio etéreo ¿Qué pasa? se preguntaban los desvelados y soñolientos portuenses, como intuyendo que algún fatídico acontecimiento ocurría en ese preciso momento.


Eran las cinco matinales de la citada fecha, un fuerte temporal de viento y mar gruesa batía la costa norte tinerfeña. Se trataba de un barco, un gran barco, el «Titlis». Las rocas del «veril de la brava» rasgaron su vientre, hasta las mismas entrañas.

Un agricultor de la zona, alarmado por el rugir de la sirena del buque agonizante, después de acercarse al lugar y ver lo ocurrido, corre hacia el Puerto de la Cruz y avisa a las autoridades locales. Seis personas se dan prisa en llegar donde estaba el barco encallado; eran Sebastián Castro Morales (el que más tarde dirigiría las operaciones de salvamento), Francisco Álvarez García, Gregorio Montes de Oca García, Isidro Ramos, Pedro Mesa López y mi propio progenitor, Ángel Armas Álvarez.

«¡Manos a la obra!» gritó don Sebastián, dando ánimo a sus compañeros, mientras se acercaban al carguero siniestrado.


 Más... uno de ellos (-al cual conocí muchos años después del incidente-) viendo, que barco y tripulación se hundían por momentos, arrebatado de valentía, coge una soga —preparada previamente— y se lanza de risco en risco hasta llegar cerca de la proa, donde estaba concentrada la desesperada tripulación. «El Titlis» era un vapor noruego de acero, aparejado de goleta, que fue construido en los astilleros «Neyland» (Oslo) en 1904.

Tenía un tonelaje bruto de 1.407 toneladas, una eslora de 231 pies 35 de manga y 20 de calado; venía al mando del capitán Kristian Andersen, con una tripulación de 18 hombres, de los cuales 4 desaparecieron, arrebatados por las olas, cuando agarrados de la susodicha cuerda intentaban llegar a tierra firme.

Después de este catastrófico acontecimiento que conmovió el corazón de todos los portuenses, concretamente el día 15 del mismo mes, el comité de turismo de la localidad organizó una función benéfica —según folleto de la época— en ayuda de los marinos supervivientes y familias de las víctimas, gran éxito tuvo dicha acción, que se celebró en el cinematógrafo del ex convento de monjas. (Este convento fue pasto de las llamas el año 1925).


 Reinaba en Noruega en aquellos años el rey Haakon VII y, de acuerdo con su gobierno decidió galardonar con medallas y pergaminos alusivos la gesta de estos valientes e intrépidos socorristas portuenses. Sin su intervención, hubieran perecido todos los tripulantes del buque.     Durmieron durante muchos años los restos del navío en las profundidades. Pero llegaron tiempos nuevos y sofisticadas técnicas tanto para escudriñar las entrañas de la tierra como las profundidades marinas. Pues, bien, el año 1980, los alumnos del colegio «Montessori» de Santa Cruz de Tenerife realizaron una serie de actividades en el Puerto de la Cruz que, —con la colaboración de la Escuela de Buceo de Tenerife y otros ciudadanos portuenses— culminó extrayendo del lecho marino la hélice del «Titlis».

En un acuerdo muy inteligente, el 25 de junio de 1980, dicha hélice fue donada al populoso barrio de Punta Brava y quedó en un sencillo pedestal para que todos, tanto lugareños como foráneos, recuerden no solamente a los fallecidos en el naufragio, sino también a los valientes portuenses que arriesgaron sus vidas por el prójimo.


Al acto de entrega de la hélice, entonces ubicada en la plaza de Manuel Ballesteros, (en la actualidad instalada en un jardín frente a la Iglesia de Punta Brava) asistieron además de las autoridades locales, el cónsul de Noruega, señor Limberg representación del Cuerpo Consular Acreditado en Tenerife, el jefe de la Policía Nacional, párroco del barrio, alumnos del colegio Montessori con su director, familiares de los que intervinieron en el rescate de los náufragos y mucha más gente.

 El barrio portuense de Punta Brava empezó a crecer y tomar auge en la década de los años 50, cuando la corporación municipal con su ilustre alcalde don Isidoro Luz Cárpenter decide donar solares de aquella zona rocosa a personas necesitadas del lugar.

 Hoy, sin duda, es Punta Brava el barrio más bonito y populoso de la ciudad turística.  Una gran avenida que lleva el nombre del recordado Paco Afonso —el que fuera alcalde de la ciudad y gobernador de Tenerife— une el barrio con el centro de la ciudad.

Algunos me dicen que a ver si llego a ser tan heroico como mi recordado padre.  Si el Señor me concede una ocasión, que también me dé fuerzas para no degenerar de mis antepasados.  Lo mismo deseo para los descendientes de los demás socorristas.

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