Salvador García Llanos
Si se repiten
hasta cuatro sesiones que no estaban inicialmente previstas, es que la cosa ha
sido un éxito de crítica y público, que es como se decía en el argot. La puesta
en escena de En lenguas del Puerto te
veas, en la sala ‘Timanfaya’, ha significado uno de los acontecimientos del
año en el pequeño universo local. Ha servido para pulsar la creatividad de
portuenses que parieron la idea o se subieron por primera vez a un escenario.
Para que algunos conocieran, también por primera vez, el espacio donde se hacía
la función. Para que se transmitiera el mensaje autocrítico de una sociedad
conformista, muy dada a la nostalgia, como si ésta fuera a devolver el
esplendor de otrora. Para interpretar la reivindicación de una profesional del
teatro, Mónica Lorenzo, empeñada en que su pueblo no sea un páramo de
resignación y de indolencia cultural.
Ahora que
este “relato elocuente del alma portuense” empieza a ser historia, bueno será
que reflexionemos sobre el alcance de su significado, comenzando por la
necesidad de contar con recursos culturales propios. Cierto que con poco se
puede hacer mucho pero no basta para quienes se embarcan en proyectos e
iniciativas que se frustran precisamente por no contar con mínimas apoyaturas.
La obra cultural es costosa, desde el punto de vista de su emprendeduría. Se
requiere, sobre todo, constancia. No desfallecer y sobreponerse a las
adversidades y a las limitaciones que se van sucediendo es primordial. Quienes
participen activamente de estas ideas han de dedicar, sobre todo, tiempo. Y
aceptar que las satisfacciones van a ser pocas y efímeras.
Es la hora,
pues, de evaluar el esfuerzo de quienes hicieron posible En lenguas del Puerto te veas. Para convencerse de que el
termómetro cultural del municipio tiene que funcionar y de que los recursos,
los pocos que haya, deben ser cultivados. No hay que hacerse demasiadas
ilusiones con la administración local: falta, sobre todo, sensibilidad y un
compromiso claro por el fomento de la creatividad propia. Y eso que Mueca,
Periplo o el mismo festival sobre Agatha Christie son ejemplos de querer
impulsar afanes participativos. En fin, hay que ponderar la iniciativa y la
idea de los promotores de este montaje escénico tan exitoso: ojalá haya sido el
primer paso, otro primer paso de otras realizaciones artísticas y
culturales. Aunque sigamos viéndonos en
lenguas portuenses.
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