Javier Lima Estévez. Graduado en Historia por la ULL
El
escritor belga Jules Leclercq escribió,
tras su paso por las Islas, una obra bajo el título de “Viaje a las Islas
Afortunadas: cartas desde las Canarias en 1879”, siendo editada en 1990 gracias
a la traducción de Ángel Hernández y un exhaustivo prólogo de Antonio Rumeu de
Armas, editando el relato
la Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias.
Leclercq
llegó a Tenerife atraído por la fama de su belleza que había leído en
diferentes publicaciones de la época, pretendiendo disfrutar de la misma en su
totalidad. Nació en Bruselas en 1848, adquiriendo formación en Humanidades.
Gracias a su posición económica, pudo viajar a lo largo de diversos países. A
Canarias llegaría en 1879, centrando su viaje en Tenerife, pero visitando
también Gran Canaria y Lanzarote. Son múltiples los detalles que señala sobre
el núcleo portuense, tras dejar una interesante descripción de su paso por La
Orotava, anotando la presencia de un paisaje de gran fertilidad con multitud de
cultivos que por entonces dominaban el Valle. Asimismo, se sorprende en
observar una gran cantidad de terrenos destinados a la cochinilla, explicando
su importancia en tal contexto, lamentándose de la situación que presentaba el
enclave portuense al afirmar lo siguiente: “el
oídio ha matado la prosperidad del Puerto, que se ha quedado triste y
silencioso. Los ingleses lo han abandonado, y los barcos extranjeros sólo
aparecen, de vez en cuando, a recoger algún cargamento de cochinilla”.
Asimismo,
el escritor belga dejaría interesantes datos sobre el Jardín Botánico de
Aclimatación, ubicado en el Puerto de la Cruz, anotando algunas características
sobre su creación y resaltando el importante papel que en su mantenimiento
tenía Hermann Wildpret, no dudando en criticar el poco presupuesto destinado a
su mantenimiento, exponiendo unas cifras que no premiaban suficientemente la
labor de H. Wildpret en tal espacio, afirmando que “el presupuesto asignado por el gobierno español para el mantenimiento
del jardín es de sólo 20.000 reales (5.000 francos), 6.000 de los cuales son
para el director y 4.000 para el jardinero; el resto se destina a los gastos de
mantenimiento y a los jornales de los peones. ¡El director –que está de más-
recibe, pues, mil quinientos francos anuales, mientras que el Sr. Wildpret, que
es el alma del establecimiento, sólo recibe mil!”, añadiendo algunos otros
detalles sobre una estancia en el Puerto de la Cruz que finalizaría con una
cena en la casa del propio Hemann Wildpret, situada en la entrada del notable
jardín botánico.
Un
interesante relato de un viajero en cuyas palabras se refleja una cierta
nostalgia por la importancia que el enclave portuense había tenido y cuyos ecos
continuaban mediante tímidas huellas en el tiempo.
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