Evaristo Fuentes Melián
En un mapa que recibo
de las Islas Canarias vistas desde el aire se puede observar que desde
Garachico a La Gomera, a La Palma, al Hierro y hasta a Santa Cruz de Tenerife
por vía marítima, no hay más que un paso, están más cerca de Garachico todos
estos posibles puntos de conexión que desde y hasta el muelle de Los
Cristianos.
Pero, ¿dónde está el
jet foil o el catamarán de línea regular que desde Garachico haga esas rutas
ida y vuelta cada día, con turistas foráneos y pasajeros canarios y carga de
vehículos, agrícola y comercial?
¡Dios mío!, ¡qué
cachanchanes son (somos) los canarios! De modo que se fabrica un muelle
totalmente nuevo a la entrada de Garachico, frente mismo del Roque, un muelle
que es una obra de ejecución perfecta (fui testigo presencial cotidiano) y
finalmente lo dejan sin utilización. ¡Por favor!
Aparcadas en ese
muelle solamente hay cuatro o cuarenta—lo mismo da—barquichuelas o lanchas a
motor, que algunos de sus propietarios llaman pomposamente yates, para fardar
de pequeños ricachones en imitación del magnate Onassis, el Griego de Oro, que
en 1959 arribó a Tenerife con un verdadero yate, y con un invitado de excepción
como fue Sir W. Churchill.
Pero pasan los años y
al muelle nuevo de Garachico le falta el edificio terminal, el dragado y
limpieza del fondo de la bocana, y habilitar un barco de 50 ó 100 metros de
largo (en el argot marinero le dicen eslora) y…¡a funcionar!
Mientras tanto, los
millones de euros se están yendo, una vez más, para el Sur, para Granadilla, en
cuyos muelles (porque tengo entendido que son varios) si sopla el viento como
es habitual, y una grúa intenta manipular una pesada carga, me parece a mí,
¿sin exagerar?, que la carga, con el vaivén del ventarrón, va a parar a La
Gomera (dirección habitual del alisio) y los brazos de la grúa quedarán
retorcidos, en medio de la mar morena, pidiendo…¡socorro!
En fin, Dios dirá.
ESPECTADOR
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