Javier Lima Estévez. Graduado en Historia por la ULL
Los
Realejos cuenta en la actualidad, afortunadamente, con toda una serie de
infraestructuras que forman parte de la arquitectura civil del lugar; nos
referimos a las haciendas, ubicadas por diversos puntos de la geografía del
municipio realejero tal y como manifestarán en su capítulo sobre arte en la
obra Los Realejos. Una síntesis histórica, los profesores de historia
del arte de la Universidad de La Laguna, Gerardo Fuentes Pérez y Margarita
Rodríguez González.
En ese
sentido, podemos destacar la Hacienda de Los Príncipes. Un inmueble que el
investigador Guillermo Camacho Pérez-Galdós (1898-1995) estudiaría en su obra La Hacienda de los Príncipes, donde
expondría diversos datos relacionado con el origen y la evolución histórica de
tal lugar, destacando un origen que se remonta al Adelantado Alonso Fernández
de Lugo, conquistador de Tenerife y La Palma. La obra resalta la enorme
importancia que el agua tuvo en el lugar, anotando el importante papel de la
caña de azúcar, pues llegaría a ser el primer producto cultivado en la
Hacienda, pasando luego a destacar el cultivo de la vid.
Al
respecto, podemos obtener una visión del lugar a partir del mercader inglés
Marmaduke Rawdon, pues el mismo estuvo en Tenerife en el siglo XVII. Teniendo
en cuenta la obra que se escribió sobre él y la posterior edición a cargo de
José Carlos Guerra Cabrera, podemos llegar a observar toda una serie de datos
que nos aproximan al conocimiento e importancia que lograría alcanzar tal
espacio durante esa época, siendo la Hacienda arrendada a M. Rawdon por Antonio
Jorge de Leiva Fernández de Lugo, príncipe de Asculi. Se destaca en la
descripción sobre M. Rawdon la importancia de la Hacienda, por dar un beneficio
superior a las seiscientas pipas al año. Asimismo, resulta evidente el
significado que el agua pudo tener en el lugar. Al parecer, M. Rawdon disfrutó
de una holgada posición en el lugar, pues recibió, por parte del arrendatario
principal, “el título de gobernador y, como resultado de este título, había
otros lugares que pertenecían a la Hacienda; por todo ello, los isleños sentían
por el señor Rawdon un gran respeto”. Al respecto, se llega a destacar el
carácter privilegiado del que disfrutaba el lugar, al no poder ordenarse la
entrada ni siquiera del alcalde aunque algún soldado hubiera querido esconderse
en la misma para evitar una leva. Durante cinco años, tal notable viajero
inglés y su primo rigieron el lugar, destacando diversos beneficios relacionados
con el clima y los alimentos que se podían obtener de tal espacio, pues contaba
con diversos animales y un riachuelo que podía ser canalizado dependiendo de la
circunstancia.
Resaltan
nuevamente los profesores Gerardo Fuentes Pérez y Margarita Rodríguez González
en Los Realejos. Una síntesis histórica,
las transformaciones que afectarían al inmueble, ya que, durante el siglo XIX,
“había perdido buena parte de todo su conjunto arquitectónico que abarcaba todo
el entorno de la actual plaza de San Sebastián y sus aledaños”. Asimismo, de
entre los diferentes testimonios sobre la hacienda realejera, no podríamos
pasar por alto la estancia en tal espacio durante varios meses de 1878 del
notable antropólogo francés René Verneau (1852-1938), tal y como nos describe
en su obra Cinco años de estancia en las
Islas Canarias.
En
definitiva, hemos tratado un espacio único por su carácter en la fisionomía
arquitectónica del núcleo realejero, y cuyo valor e importancia es posible
constatar a través de los diversos testimonios de aquellos viajeros que
alabaron la situación y características de un inmueble muy ligado a la
evolución histórica de la Islas.
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