Evaristo Fuentes Melián
Clint Eastwood acaba de cumplir noventa años de edad. Como
director y como actor, se le pueden poner tres etapas en su filmografía. La
primera la componen aquellos western cuya base fundamental principal es la
trilogía: Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio y El bueno, el
feo y el malo (1964, 65 y 66).
En una segunda etapa se decanta por el cine negro, en el
ámbito del thriller, en que es policía o similar y destaca en Harry el Sucio.
Alguno de nuestros críticos de cine de la época en España, apodó esta película
como Harry el Cochino, tal era la proliferación de Eastwood despachando
delincuentes de toda ralea por la vía rápida, con los más diversos modos de
matarife.
La tercera etapa es la mejor sin duda, destacando Los
puentes de Madison, en que enamora a una bellísima Meryl Streep, que llevaba
una vida cansina esposada en los papeles con otro fulano, hasta encontrarse
casualmente con Eastwood, al que muy bien podríamos reiterar el calificativo
de… cochino, por su papel de guapo forastero topógrafo que intenta arrebatarle
la esposa a otro.
Mas voy a hablar de la última película que he visto de
Clint, que se llama Bronco Billy, dirigida por él mismo en 1980. La trama es en
clave de comedia sobre la vida de un circo ambulante, del que Clint es el
mandamás, jefe y actor principal.
Su compañera circense más cercana es Sondra Locke, que en
su papel en Bronco Billy actúa de blanco objeto en una diana giratoria
circular, mientras Clint rompe a disparos de pistola platos colocados alrededor
de la diana de Sondra, y al final del numerito lanza un afilado cuchillo muy
cerca del sitio íntimo de su entrepierna.
Sondra Locke es una mala actriz, con la cual en la vida
real Eastwood se comporta de nuevo como…un cochino. La historia particular
verdadera de esta relación ¿amorosa? entre Clint y Sondra estuvo llena de…
cochinadas, hasta tal punto que la dejó embarazada en más de una ocasión y en
más de una ocasión la obligó a abortar, con su autoridad de facha de alto
voltaje, y, encima, le decía que el bebé en ciernes no podía ser de él, que se
había practicado la vasectomía para evitar tenerlos. Mentira…cochina. Sondra
terminó víctima del hombre que finalmente (sic) le reventó la vida.
¿Final feliz? Nada de eso. Clint Eastwood ha cumplido los
noventa tacos, pero Sondra murió a los 74, hace un par de años.
Moraleja: no es oro todo lo que reluce. Aunque cumpla
noventa años en olor de multitud, y sea el autor de una gran película: El Gran
Torino, donde Clint Eastwood habita en un barrio de chinos de una gran ciudad
estadounidense, y tiene refriegas y vaivenes con los hijos putativos de Mao Ste
Tung, que al final terminan liquidándolo implacablemente.
Espectador
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