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domingo, 4 de julio de 2021

CONTRA LA SOCIEDAD

Lorenzo Soriano

No es preciso ser un observador sesgado para comprender que en España la semilla del odio ha germinado de nuevo. Proviene del mismo sitio, pero si se fijan bien, la mayoría de los odiadores, provienen de antiguas, recias y afines familias franquistas. Es algo curioso pues, así como de entre las familias socialistas y comunistas, es raro el descendiente que milita en la derecha o en el liberalismo.

El odio se arroja sobre España, la Nación, sus Instituciones, su lengua, su historia, sus valores y sus costumbres. Y es un odio inoculado, no sufrido, ya que, los que quizás pueden alegar haberlo sufrido, están en la década de los 90. Han transmitido y con “éxito” al parecer, a sus retoños y estos a los suyos un espíritu de Tribu, de Rebaño, insaciable a la hora de destruir las instituciones. Da igual que la mayoría de los dirigentes socialistas ocupen cargos de altísimas remuneraciones o incluso sean muy ricos en posesiones y riquezas, ellos saben que donde está su seguridad, inmunidad e impunidad, es en el “quejio” de la izquierda. Alertan no contra lo aun existente, que es la “carnicería comunista” en innumerables países y creciendo, sino contra una entelequia del triste pasado, que ni siquiera es totalmente probado que la padeciéramos aquí como tal.

Y yo me pregunto, ¿a dónde vamos en en esta deriva destructiva, capitaneada como en otras ocasiones por un socialismo disfrazado de “demócrata”? Y eso solamente por arribar a unas elecciones con un ideario programático, del que inmediatamente que alcanza el poder, lo incumple en su totalidad, se alía con la hez de la política y de la criminalidad, y continúa la socavación y soterramiento de nuestra Nación.

Chantajea además a los “empresarios” que entrecomillo porque son conseguidores de prebendas estatales únicamente. Seduce a los Obispos, lo que no es nada difícil, por tener una mentalidad predispuesta a la palma del Martirio, adoran siempre a Anas, Caifas, a los Filisteos, e incluso a Poncio Pilato.

Y concluyo, de los 120 parlamentarios que ocupan los escaños socialistas con fidelidad perruna, ¿no hay nadie que disienta de la política de su partido? Sinceramente son 120 personas, con familias, hijos, nietos, y con intereses en el progreso y la prosperidad, así como en el cuidado sanitario, la educación, la política exterior, la inmigración y las leyes fiscales. ¿Y no hay ni uno a quien le parezca mal o peor, este abismo al que nos arroja ese partido de siglas perversas en el que militan?

Cada día me sorprende más el paisanaje de este país. No lo mueve el amor ni la envidia, a una gran parte, más de la mitad parece, lo mueve el ODIO. Odio sin sentido, ni origen ni causal. Y eso es más difícil de solucionar.

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