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sábado, 22 de julio de 2017

¡CUÁN EQUIVOCADO ESTABA!

Lorenzo de Ara

Antes de que el reloj marcara la una y media de la madrugada, cerré el libro, me despojé de las gafas, bebí medio vaso de agua, encendí la radio, me coloqué los auriculares y, como siempre hago antes de que la suerte me acompañe y consiga dormir cuatro horas, dejé que Radio Clásica de Radio Nacional de España se pusiera a mi entero servicio.

El libró en cuestión se titula “Cabo Trafalgar”, de Arturo Pérez-Reverte. Por qué no decirlo, mi autor de cabecera. No es uno de sus trabajos más populares, ni siquiera de los libros que obtuvieron un reconocimiento apabullante, pero en él está lo que siempre encuentro en el escritor (marinero): palabras vivas.

Reverte dijo o escribió una vez: “"Los héroes pasan por nuestro lado sin que reparemos en ellos. Se sientan en la terraza de un bar, se sujetan a la barra del metro o hacen la cola en la oficina del paro, como tantos."

En el municipalismo (Puerto de la Cruz) los héroes no son los ediles del Gobierno que preside Lope Afonso. No son los siete concejales del Partido Popular. No son héroes los restantes concejales que conforman la corporación. Son servidores. Sí, que sí, simples servidores con un muy buen sueldo, ya que la realidad socio laboral ha hecho que en este país, con una gangrenosa precariedad, algunos de esos concejales perciban hoy un dinero que jamás volverán a tener entre las manos cuando dejen la cosa pública y regresen, o por primera vez entren al mercado laboral, hoy convertido en una selva despiadada.

Muchos servidores de la vecindad son tan mediocres que difícilmente dejarán de engrosar las listas del paro.

El municipalismo no terminará de afianzarse como tal. Hay concejales con facilidad para poner cara de fiera. También los hay que, camaleónicamente, consiguen (oh milagro) oler a humanidad. cuando en realidad son máquinas. Y esta realidad no es cosa de un gobierno, el mismo mal lo hallamos galopando con la melena al viento en la oposición de izquierda ¡de extrema izquierda!

Reverte también apuntó en su día: "Siempre desconfío de quien no tiene (o dice no tener) enemigos. Caminar es elegir. Elegir es arriesgarse. Arriesgarse es pelear. No tener (oficialmente) enemigos requiere mucha capacidad de succión. Que también tiene su mérito."

El liderazgo en política, cuando se ejerce a plena luz del día, cuando sale del despacho, cuando pasea por las calles de la ciudad, cuando sabiamente sabe distinguir entre amistad y responsabilidad asumida libremente, ese liderazgo asume desde un primer momento que no puede ni debe dejar contento a todo el mundo. Mucho menos a los más cercanos.

La política municipal se ha convertido en la pieza más valiosa de esta democracia en guerra consigo misma. Los que ostentan el poder (siempre hablamos del Puerto de la Cruz), deberían (unos más que otros) aprender de una vez por todas que el selfie no vive en la calle Mequinez, en La Vera, en Punta Brava, en San Antonio; que cuando los dientes se dejan ver tras una sonrisa o risa o carcajada hecha de piedra caliza, el ciudadano (que no es gilipollas, aunque tres ediles así lo piensen, y la gran mayoría de la oposición no tenga duda sobre ello) detecta en seguida el olor a farsa y a hipocresía. Al instante le sobreviene una necesidad imperiosa de vomitar, porque el tufo que desprende el municipalismo al servicio del yo (“el rastro de toda la tribu defecadora que ha pasado por aquí”, Francisco Umbral, “Mortal y rosa”), hace imposible poder respirar sin mascarilla.

Recuerdo que mi padre me decía, a su manera: “Ahí va un bicho malo”, pero yo sólo veía una persona que me abrazaba, me sonreía, incluso me llamaba amigo. ¡Cuán equivocado estaba!

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