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jueves, 25 de marzo de 2021

LOS BOSQUES DE CANARIAS (Y III)

Isidoro Sánchez García

Los bosques siempre nos han preocupado. Los de mi pueblo, La Orotava, los de mi isla, Tenerife, los de Canarias, los de España y los del mundo entero, los de los cinco continentes. Pienso globalmente, pero actúo localmente. Así me lo enseñaron en Madrid en los años de 1960,  cuando el profesor, don Luis Ceballos, nos daba clase de Botánica y de Geobotánica y aparecieron las islas de Canarias y los pisos de vegetación descritos por el naturalista alemán, Alejandro de Humboldt, cuando subió, en Tenerife, junio de 1799,  desde el Puerto de Orotava junto al mar Atlántico hasta el Pico del Teide acompañado del botánico francés Aimé Bonpland, siguiendo la cliserie vertical del valle de Taoro, el último reducto de los aborígenes guanches en el archipiélago de Canarias. Humboldt tomó como referencia para medir el Pico del Teide un árbol, el Drago de Franchy, como antes lo habían tomado dos franceses, Borda y Feuillé desde La Orotava y su Puerto.

Los bosques siempre nos han preocupado. Los de mi pueblo, La Orotava, los de mi isla, Tenerife, los de Canarias, los de España y los del mundo entero, los de los cinco continentes. Pienso globalmente pero actúo localmente

Humboldt dictó para la comunidad científica internacional la primera lección de fitogeografía, donde la fisonomía de las plantas era función del suelo en que vivían y del clima que soportaban. Aparecieron por vez primera los pisos de vegetación de la zona baja, entre los primeros 500 metros de altitud, donde resaltaban los dragos y las palmeras; de la zona de nieblas, entre 500 y 1300 metros, donde destacaban el monteverde, brezo y faya de manera dominante, y la laurisilva, con prevalencia de acebiños y madroños. laureles y viñatigos; de la zona del pino y del escobón, entre los 1500 y los 2000 metros de altitud, y de la zona de la retama y del cedro, por encima de los 2000 metros.

Comenzó a pensar en la ecología, la ciencia que estudia las relaciones entre los seres vivos que conforman un ecosistema y el medio físico en el que habitan. Así lo contó también luego, su colega alemán, Leopoldo von Buch, y el botánico noruego, Christien Smith, que acuñó el nombre del pino canario.  A mitad del siglo XIX, el filósofo y biólogo alemán, Ernest Haeckel, acuñó el término Ecología y siguió los pasos de Humboldt en Tenerife a la hora de ascender al Pico del Teide, al igual que sus paisanos, los geógrafos Alphonse Stübe y Hans Meyer, el primer europeo que subió al Kilimanjaro, quienes viajaron hasta Ecuador en busca de volcanes.

Los montes que hoy podemos observar en las islas Canarias son el resultado de un cúmulo de historias que los ecosistemas forestales del archipiélago han vivido y sufrido a lo largo de su existencia. Desde las glaciaciones del Terciario hasta la actualidad

Los montes que hoy podemos observar en las islas Canarias son el resultado de un cúmulo de historias que los ecosistemas forestales del archipiélago han vivido y sufrido a lo largo de su existencia. Desde las glaciaciones del Terciario hasta la actualidad. Desde Lanzarote, la primera isla que se incorporó al reino de Castilla en los primeros años del siglo XV, hasta Tenerife, que conoció, a finales del siglo la batalla de Acentejo y el pacto de Los Realejos, en el menceyato de Taoro, al pie del Teide, con el adelantado Fernández de Lugo y los guanches como protagonistas liderados por el joven Bentor tras la muerte de su padre Bencomo.

Es de dominio público y generalizado que el deterioro, la degradación y la destrucción del medio natural de las islas del archipiélago de Canarias se iniciaron después de las conquistas castellanas y al principio de la explotación económica de las islas. Ya los guanches habían conocido el impacto brutal de la epidemia de la modorra, que afectó al 25% de la población tinerfeña mientras que en los conquistadores el impacto fue mínimo. Los documentos de entonces así lo atestiguan, ya que en los primeros años del siglo XVI, Canarias vive del desarrollo producido por el nuevo orden demográfico derivado de la conquista.

De hecho es bien conocida que la roturación de los montes para el desarrollo agrícola de los nuevos colonizadores, así como el aprovechamiento de los bosques de laurisilva y del pinar canario para usos doméstico e industrial, supuso un grave y significativo desequilibrio respecto al que existía entre población y naturaleza. Comenzaba una nueva etapa en la historia de las islas. El mismo Fernández de Lugo puso en duda la supervivencia de los bosques canarios de seguirse con la actitud adoptada tras el reparto de tierras y aguas entre los conquistadores. Algo parecido a lo que sucedió cuando la conquista de América pero salvando las distancias. No obstante Alejandro de Humboldt señaló lo mismo en la desforestación ocasionada en Venezuela en los primeros años del siglo XIX cuando hizo su periplo por tierras americanas del Nuevo Continente después de su paso por Tenerife.

Es de dominio público y generalizado que el deterioro, la degradación y la destrucción del medio natural de las islas del archipiélago de Canarias se iniciaron después de las conquistas castellanas y al principio de la explotación económica de las islas

No obstante esta visión general podemos afirmar que el panorama de los bosques canarios ha sido muy diferente en cada una de las islas, ya que la acción humana, el impacto de los conquistadores y de los nuevos colonizadores a la hora de aprovechar los recursos naturales como el bosque, el suelo y el agua, fue diverso, en función de las características orográficas de cada isla, de su tamaño y de su altura. De esta situación se hicieron eco algunos escritores, foráneos y canarios. Entre los primeros, el ingeniero italiano, Leonardo Torriani, en los casos de La Gomera y Gran Canaria en el siglo XVI, y entre los isleños, Antonio de Viana, quien se encargó de darla a conocer socialmente en el poema de las Antigüedades de las Islas en los inicios del siglo XVII. 

Más tarde, a finales del siglo XVIII, el historiador y naturalista canario, José Viera y Clavijo, escribió en el prólogo de su Diccionario de la Historia Natural de las Islas Canarias, que la historia natural de su país no es otra cosa que la descripción de sus sustancias y producciones en sus tres reinos: animal, vegetal y mineral; por consiguiente es el conocimiento exacto de lo que puede hacer el capital de sus particulares excelencias, riquezas y recursos. Pero se preguntaba: ¿cuántos nacen, viven y mueren en un territorio como el nuestro, sin conocer lo que ve, sin saber lo que pisan, sin detenerse en lo que encuentran? 

Es pues la historia natural del propio país –continuaba el arcediano canario– uno de los estudios más importante, más ameno y más digno de los racionales que lo habitan: pero no basta que ese estudio sea vulgar e imperfecto; es necesario que también sea científico acompañado de aquellas nociones que se hacen indispensables para poder discernir a fondo las cosas. Y si soy canario – continuaba preguntándose Viera y Clavijo- ¿por qué no he de dar bastante razón de lo que hay en estas islas y de lo que no hay?

En la obra de nuestro ínclito personaje se combinaban las tres tradiciones de la Botánica moderna: a) La naturalista-científica; b).- La médica -terapéutica, y c) la agrícola.

En verdad hemos de reconocer que Canarias tiene razones para ser una región especial en materia de árboles. Se trata de una zona relíctica de la Era del Terciario donde se puede contemplar pinos de tea que resisten al fuego y brotan de cepa

En verdad hemos de reconocer que Canarias tiene razones para ser una región especial en materia de árboles. Se trata de una zona relíctica de la Era del Terciario donde se puede contemplar pinos de tea que resisten al fuego y brotan de cepa mientras que sus frondosas de la familia de la lauráceas son únicas, con un Til de referente hidráulico, el GAROÉ, captador de agua en el proceso cíclico de la lluvia horizontal, que fue el árbol sagrado de los bimbaches, los aborígenes de la isla de El Hierro. Y como mecenas forestal, don Esteban Salazar y Cólogan, un diplomático natural de La Orotava (Tenerife) que donó su herencia, en la primera mitad del siglo XX, para la repoblación forestal de España y dejó su nombre a la Fundación del Conde del Valle de Salazar.

Afortunadamente algunos bosques de Canarias han servido como referentes de los pinos canarios que aparecen en los documentales que la UPM y la TVE2 proyectaron el 14 de septiembre de 2019, fecha de los 250 años del natalicio del naturalista Alejandro de Humboldt, en el marco de la serie Bosques Protectores. El colega y catedrático de la Escuela de Ingeniero de Montes de Madrid, Luis García, fue el responsable del guión donde expuso la importancia de la Corona Forestal de Tenerife y sus aplicaciones al caso de La Orotava, donde reinó la simbiosis protección-producción.

La pedagogía del documental fue valorada por la sociedad tinerfeña hasta el punto que hemos pensado utilizarla como ejercicio didáctico en estos tiempos de aislamiento, por la cuarentena de la emergencia sanitaria. Lo acaba de hacer el equipo de prensa del ayuntamiento de la Villa de La Orotava colgando en la web municipal un audiovisual DE AGUAMANSA A LA CRUZ VERDE, que realizamos los hermanos EDIS sobre la faceta energética de la Villa en la que sobresale el papel de los bosques orotavenses en el ciclo hidrológico del valle de Taoro, especialmente en la captación de la lluvia horizontal.

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