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viernes, 11 de enero de 2019

QUÉ INDIFERENCIA, QUÉ RESIGNACIÓN, QUÉ INSENSIBILIDAD

Salvador García Llanos

La indolencia de la población portuense, su desapego hacia la política y lo público, tienen que ser de muy alto nivel cuando asuntos tan reprobables como pueden ser el cierre parcial de la biblioteca pública municipal o la terraza en su mitad vacía del bar-cafetería localizado en la plaza del Charco, ambos tan visibles al paso peatonal, favorecido por su carácter céntrico, apenas o  nada merecen una esporádica información periodística, una mínima expresión de protesta de centrales sindicales o de entidades cívicas mínimamente sensibilizadas -¿qué fue, por cierto, de las asociaciones vecinales?- y no digamos de una declaración o explicación de algún responsable del gobierno municipal o de una iniciativa corporativa de los grupos de oposición.

Pasan los días y como si nada. Ese es el Puerto de la Cruz de nuestro tiempo, de este mandato que se agota y que concluirá sin saber fehacientemente qué pactaron los actuales gobernantes y bajo qué designios han administrado los recursos de los portuenses. Qué querían hacer y qué han hecho para hacer acopio de méritos o credibilidad ahora que se avecina una nueva convocatoria electoral. Se dirá que a estas alturas ya da igual, pero en la intrahistoria consistorial va a quedar esa mácula que, en el fondo, explica en buena medida el porqué de esa significativa y poco honorable clasificación en el ranking canario de la transparencia institucional.

Pasan ustedes por Puerto Viejo por las tardes y podrán ver las dependencias de la biblioteca municipal cerradas y a oscuras. Damos por reproducidos los contenidos de la entrada publicada en este blog el pasado 6 de diciembre, después de un pleno en el que el Grupo Municipal Socialista había preguntado por la situación y de que el Grupo de Asamblea Ciudadana Portuense denunciara en redes y medios el incomprensible abandono y la falta de soluciones. Comenzábamos entonces con una apelación al artículo 44.1 de la vigente Constitución. Y terminábamos diciendo que los responsables tenían que esmerarse para superar los evidentes trastornos y perjuicios. Ha pasado más de un mes: la vida sigue igual. Pero qué indiferencia, qué resignación y qué insensibilidad.

¿Y habrá algo menos dinámico en el Puerto que el bar-cafetería ‘¿Dinámico’, una parte del objeto social de la sociedad o empresa pública Pamarsa, teóricamente en fase de disolución (Y escribimos teóricamente porque en este municipio, una cosa es la que debe ajustarse a voluntad política dimanante del cumplimiento de normativa que obliga y otra es la que se lleva a la práctica, si es que se lleva)?

Resulta que debe andar en fase de estudio y resolución el concurso público convocado para revisar la explotación de la concesión administrativa. Por ahora, rumores y conjeturas: claro, como ni se informa ni se pregunta, el clima apropiado para alimentar todas las especulaciones.

Lo cierto es que, en las últimas semanas de diciembre pasado, la mitad de la terraza solo está ocupada por mesas que, sin sillas, quedaron allí como mudo testimonios de una situación insólita. Algunos, muchos, creyeron que eran los antecedentes de la nueva situación de explotación. La imagen de desidia y falta de actividad era evidente. 

Era palpable que cada vez había menos personal, al que no se debe culpar. ¿Sería acaso una forma de protestar por la desatención de la “empresa” -y no queda más remedio que entrecomillar el término- hacia su misma finalidad? ¿Habrá acudido algún edil, de gobierno u oposición a interesarse por sus condiciones laborales y por su suerte futura? Cualquiera sabe.

Han pasado muchos días, fiestas mediantes. Como si nada. Qué nivel de servicio público. Lo mismo que con la biblioteca: la vida sigue 

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