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sábado, 12 de enero de 2019

ME MORIRÉ SIN SABERLO


Lorenzo de Ara


Me pregunto, ¿cuándo se jodió el norte? (¿Han leído la novela de Mario Vargas Llosa?) ¿Se jodió solito? ¿Lo jodieron desde fuera? ¿Exclusivamente desde fuera? ¿Qué hemos hecho para merecer esto? ¿Y qué es esto? Ahí está el paro, deficiencias en infraestructuras, etc.

Repito, ¿cuándo se jodió el norte?

“Renunciar a la realidad es el mejor caldo de cultivo de los populismos deteriorando la cultura democrática”, asevera Teodoro León Gross en El País. Tiene razón. Y renunciar a la realidad es asistir a reuniones que no sirven para nada, a no ser que, como sucede casi siempre en la mediocre política local (sin olvidar el papelón del periodismo, que juega a ser el bufón en dichos aquelarres), nuestros dirigentes acudan con el estómago vacío o sencillamente porque no tienen otra cosa mejor que hacer durante un par de horas.

Los padres y madres del norte se dan cita para repetir como cacatúas lo que se viene esparciendo hace décadas. Y se quedan contentos. Ellos sí saben lo que necesita nuestro norte. Y lo que necesita nuestro norte es lo que hace treinta años se viene reclamando. ¿Entonces quién jodió esta comarca empobrecida y marginada, a la que se le toma el pelo desde el Gobierno regional, Cabildo Insular (con el PSoe gobernando) y también desde los despachos de alcaldes emperifollados y empalagosos a la hora de enviar un mensaje? ¿Quién? ¿O será que acaso el norte no está jodido?


Leo en uno de los editoriales del periódico del grupo Prisa, que “Robert Habeck, flamante líder de los Verdes alemanes, ha anunciado esta misma semana que abandona las redes sociales después de una cadena de errores propios en Twitter, una decisión que vuelve a abrir la reflexión sobre la cada vez más obvia relación tóxica entre política y medios digitales”. Vaya, otro tío importante de la política que prefiere el destierro y desaparecer de las redes sociales.

Pero en el norte nuestros regidores están a todas horas vendiendo sus milagros en Facebook. Principalmente en Facebook. Hacen uso de esa herramienta porque (vuelvo al editorial del periódico citado, “el problema, por supuesto, no son las redes digitales, sino el haberlas convertido en una suerte de cloacas virtuales incompatibles con el ejercicio de una actividad política que sea digna de tal nombre. Su lenguaje simplificador, la tiranía de la inmediatez que las gobierna, la horizontalidad comunicativa que favorece la circulación de noticias falsas, la construcción de estereotipos y enmarques que facilitan el contraste con un enemigo y su acústica predominantemente emocional han hecho de ellas el instrumento privilegiado del populismo. Quizá convenga recordarlo: el populismo vive del conflicto y, lo que es más importante, de la indignación del adversario, al que incita a entrar una y otra vez en un tablero emocional repleto de fichas marcadas”.

Tú, que están en las redes sociales; tú, que crees ser rico en amigos, no olvides por un instante que la foto, el mensaje y el emoticono del alcalde o del concejal en labores de gobierno o de oposición, no son otra cosa que pura estrategia orwelliana.

Hoy me levanté temprano, como siempre, y tras leer el Diario de Avisos, donde aparece la información del encuentro (ni siquiera en la tercera fase) de alcaldes y no alcaldes del norte, y recordando la lectura de uno de mis filósofos de cabecera, Fernando Savater, subrayo lo que para él es inocultable, su simpatía por el pesimismo radical, aunque tenga pocos adeptos.

Yo soy pesimista radical cuando hablo de nuestro norte. No quiero otro lugar para vivir. No lo necesito, pero ese amor (sin contrapartidas) no está reñido con el pragmatismo.

Después de ese encuentrito de alcaldes y no alcaldes, después de lo que allí se dijo y no se dijo, principalmente lo que no se dijo, tras los aplausos a Francisco Linares (Carlos Alonso gana sin ni siquiera asistir, hay que ver),  y apenado porque una vez más mi alcalde (el mejor alcalde que puede tener el  Puerto de la Cruz en el presente, ha dejado escapar otra posibilidad de ejercer el liderazgo en la comarca), termino leyendo a Jorge Bustos en el periódico El Mundo. El excelente columnista (no tan bueno como el rojillo Antonio Lucas), cuenta que, un día le preguntó Raúl del Pozo, “¿No nos lo pasaríamos mejor haciendo como Nerón, contemplando cómo se va todo a tomar por culo?» Y comprendí la irresistible pulsión que explica el llamado voto de castigo”.

¿Cuándo se jodió el norte? Me moriré sin saberlo.

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