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domingo, 6 de marzo de 2022

UNA MIRADA AL NÚCLEO DE LAS FUENTES EN UN RELATO DE CHUCHO DORTA

Javier Lima Estévez. Historiador

A cinco años del fallecimiento del orotavense Jesús Eustaquio Dorta Díaz, conocido por todos como Chucho Dorta “Benahuya”, queremos recordar su perfil con la descripción que llegara a realizar del núcleo isorano de Las Fuentes. Se trata de un bello rincón del sur de Tenerife que hemos visitado en alguna ocasión en compañía especialmente del Presidente de la Asociación Los Manantiales de Las Fuentes, Félix Álvarez, así como del que fuera primer presidente de la citada asociación, Francisco Hernández, incansable trabajador durante años de tal lugar ya, por desgracia, en la memoria. Entre las páginas de la bella obra El viejo oasis de Alcalá, “La baja larga o la isla del amor pa´mariscar un romance de esperanza y juventud”, Chucho Dorta nos aproxima ante impresiones de un lugar que define como nostálgico. La descripción que nos muestra sobre Las Fuentes es de gran interés y significado, por lo que no dudamos en transcribir y dejar que el autor nos lleve a su visión de todo ello: “Evadiéndose del ruido, la charlatanería y marrullería, se encuentra, entre viñedos, viejas higueras, pencones y almendreros, el nostálgico caserío de Las Fuentes, con sus numerosas cuevas trogloditas cinceladas en las paredes de tosca, junto a antiquísimos lagares y corrales, rica joya abandonada por culpa de la civilización, como si se tratara de la peste o, lo que es lo mismo, el vergonzoso fenómeno de la emigración que tanto ha hecho sufrir a nuestro País Canario. El hombre en muchísimos casos se ve engañado por el mismo hombre a dejar el bienestar de los campos, la mayor riqueza que Achamán nos legó, para irse a enterrar ahogándose en el cemento, asfalto, humo, prisas y despilfarro de la ciudad cada día más fiera, incomunicativa y decadente. En Las Fuentes tuve la suerte de transportarme a mis orígenes, al mundo de mis abuelos, pastoreando, ordeñando cabras, deleitándome haciendo mi primer queso y con las manos mojadas chorreando el suero, aprieta y aprieta dulcemente, con paciencia, pa´ que quede bien apretadito; gozando del aire puro de las montañas, pisando, sintiendo, hundiendo tus pies en el fuerte olor de la tierra, plantando papas y largándote unos estampidos de buen vino blanco del lugar, o tomándote una taza de agua de poleo, o simplemente viendo arder el fuego y paseando en el silencio, junto a pájaros canarios, al arrullo de los almendro floridos, encantadoras e inigualables estampas que te dan o devuelven la fuerza y la energía pa´seguir viviendo”. 


















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