Se creció el césped en los linderos
de mi sangre
y otra vez llegó de madrugada
el filo de la tinta
Sembré trencillas de memorias
y las regué con lágrimas difuntas
Se agitó el ronquido perezoso del pecho
y se quebró el paredón del purgatorio
Quemé la resurrección de la ceniza
y la esparcí
sobre la grama del olvido.
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