Antonio Pastor A.
Se puede decir
que el Movimiento Sacerdotal Mariano (M.S.M.), actúa en todos los ambientes de
la vida eclesial, en que se hallan personalmente empeñados sus adherentes:
desde las comunidades religiosas hasta las parroquias, desde el sector de
teología hasta la pastoral, desde la espiritualidad hasta el apostolado
misionero. A veces, el Movimiento se desarrolla dentro de la vida eclesial con
una actividad típica, que consiste en reunir a los Sacerdotes y a los fieles en
encuentros de oración y fraternidad llamados – Cenáculos.
-. Los Cenáculos
regionales y diocesanos se desarrollan siempre de acuerdo con el Obispo del
lugar, quien, o participa en ellos personalmente, o envía su beneplácito y
bendición. Estos Cenáculos ofrecen a todos, una ocasión envidiable para hacer
la experiencia concreta de la oración en común y de la fraternidad vivida
sirviendo de gran ayuda a todos, a superar dudas y dificultades y proseguir con
valor en el difícil camino de la consagración.
Entre los
Sacerdotes, que se han tomado la tarea de reunir a sus hermanos, se han elegido
a los responsables del Movimiento, a nivel nacional, regional y diocesano. Los
Cenáculos familiares son, hoy, particularmente providenciales ante la grave
disgregación de la vida de familia.
En ellos, una o
más familias del Movimiento se reúnen en una misma casa: se reza el Rosario, se
medita sobre la vida de consagración, se practica la fraternidad, comunicándose
mutuamente problemas o dificultades, y se renueva siempre, unidos, el acto de
entrega al Corazón Inmaculado de María.
Ya se ha
comprobado que las familias cristianas son ayudadas por los Cenáculos
familiares a vivir, hoy en día, como verdaderas comunidades de fe, de oración y
de amor. La estructura de los Cenáculos es muy sencilla. A imitación de los discípulos,
que se reunieron con María en el Cenáculo de Jerusalén, nos encontramos unidos:
para orar con María.
Los Cenáculos
deben ser ante todo encuentros de oración. El Rosario que recitáis en ellos,
secundando la urgente petición de vuestra Madre Celeste, es como una inmensa
cadena de amor y de salvación, con la que podéis envolver a personas y
situaciones y hasta influir sobre todos los acontecimientos de vuestro tiempo.
Continuad recitándolo, multiplicad vuestros Cenáculos de oración.
Para vivir la consagración.
Durante los Cenáculos debemos ayudarnos mutuamente a vivir la consagración al
Corazón Inmaculado de María. He ahí el
camino que debe seguirse: habituarnos al modo de ver, de sentir, de
amar, de orar y de obrar de la Virgen. Para esto nos debe ayudar la pausa de
meditación que hacemos en los Cenáculos, aunque antes debemos entender,
aprender y ejercitar la forma de respirar.
Y por último para
confraternizar de forma auténtica. ¿Acaso no es una de las más bellas
experiencias que siempre se nos ofrece en cada Cenáculo? Reunirnos con María,
para conocernos, amarnos y ayudarnos como siempre, como hermanos.
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