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jueves, 17 de marzo de 2022

DE LA REALIDAD A LA UTOPIA

Antonio-Pedro Tejera Reyes

Las muchas horas que pasáramos en el Consejo de Educación de la Organización Mundial del Turismo, analizando lo que decían unos y otros, desde Canadá hasta Turquía, sin despreciar  las opiniones de los argentinos o de los australianos, nos abrían las puertas en nuestra imaginación sobre las dificultades que en estos países se encontraban los encargados de impartir las enseñanzas turísticas, mientras que otros – como el nazi – se agazapaban en su poltrona y no exponían ni decían una palabra sobre el particular, sumidos en sus pensamientos económicos pensando en cómo sacarle rentabilidad a lo que oían y sin importarles para nada el contenido humanitario de las doctas discusiones que se desarrollaban en tan importante escenario.

Valgan estas líneas para llevarnos hacia el tema profundo que queremos atacar y que, naturalmente, estaba presente en estas recordadas jornadas.

Como soñar no cuesta nada, nos ensimismábamos en recoger lecciones y experiencias de este escenario para formarnos el espectro de lo que teníamos que trasmitir si queríamos formar buenos y eficaces expertos en el turismo mundial, considerando siempre prioritariamente las expectativas y los deseos de ese movimiento de personas, con todas sus variantes pues no es lo mismo lo que desea un polaco que lo que desea un colombiano, o el que vive en la montaña ante el que vive en la playa  Una realidad que desgraciadamente no toman en cuenta los pesado especialistas, o asesores, en turismo, pues sencillamente no la conocen.

En este panorama que comentamos, existe una realidad que muy difícilmente se puede concretar, como es la sensibilidad generalizada que se ha trasmitido desde tiempo inmemorial en algunos de los países del mundo, donde – como acabamos de tropezar con ello – se aplica la fórmula de: “siempre se ha hecho así”. Una justificación de errores permanentes que proyectan una imagen poco nítida de sus habitantes que ven pasar los días sin pensar como, y de qué forma, se ha desarrollado Arabia Saudita, Dubái, o Quatar, por nombrar conocidos ejemplos.

Ocurre todo esto en el mundo y llega hasta las más humildes personas, las que se encuentran ancladas – con el ancla bien profunda y sujeta al fondo del mar – en sus principios, sin evolucionar en absoluto, aunque en su exterior proyecten otra imagen totalmente distinta a la que priva en su mente.

Los esfuerzos y la tenaz lucha que se hace para superar esta situación de la humanidad, se multiplican todos los días con programas y acciones llenas de contenido que en algunos casos se han convertido en paradigmas como los 14 puntos de “la calidad total” del Dr. Deming. Ahí es donde está presente la sensibilidad y los genes de la población, que nos demuestra que no es lo mismo enseñar a un japonés que a un europeo.

Difícil, complicado, imposible, esto es lo que se puede aplicar al querer conseguir el cambio de mentalidad de unos pueblos que viven a sus tiempos. Exteriormente todo parecerá que está conseguido cuando atienden a razonamientos lógicos, experiencias vividas, o ejemplos indiscutibles, pero el subconsciente de esa población – de esas personas – saldrá a la superficie en cualquier momento y descubrirá esa herencia del pasado que formó en su día su equivocada personalidad sobre las más arcaicas bases existentes. Así les va

Un mundo que estamos viviendo, que tenemos, sin paliativos, que soportar, adaptarnos a él acostumbrarnos a que es así nos lo han dicho con estas mismas palabras que no se va a cambiar, que pensar en hacerlo es una verdadera utopía. ¿Será verdad?

¡Feliz Día del Padre!

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