Salvador García Llanos
Parece mentira
que a estas alturas puedan ocurrir cosas así… pero suceden. Entonces es cuando
resulta posible contrastar las miserias, la primacía de los personalismos y las
ansias de revanchismos, esos desquites menos justificables por un quítame allá
esas pajas, pero agravados si median elementos políticos. Una falta de todo: de
tolerancia, de cortesía, de elegancia, de madurez… Con la cultura, con los
libros, con las instituciones y, sobre todo, con las personas no se debe jugar.
Ocurrió en Los
Realejos. Un ciudadano de la localidad, Juan José González González, concibe un
proyecto editorial cuyo proyecto, titulado El legado (Neftalí Libro, Ediciones
del Medio y Ayuntamiento de Los Realejos), obtiene hasta una determinada
financiación de la institución (se omite la cantidad para no hacer más doliente
el episodio), la inclusión de la presentación en el programa de las Fiestas de
Mayo y la celebración del correspondiente acto público en un local municipal.
Cuando ya todo
estaba concertado, hasta la comunicación de quienes componían la mesa del acto,
la concejala de Cultura, Patrimonio Histórico y Turismo, Isabel Socorro
González, informa al autor de una decisión, digamos insólita: si la prologuista
del libro está presente e interviene, no habrá nadie del gobierno local.
Seguramente, instrucciones de la superioridad. La autora era (es) Fidela
Velázquez, ex alcaldesa socialista de San Juan de la Rambla, con quien debe
tener sustanciosas diferencias el gobierno local para llegar a ese extremo.
Total, que se celebra el acto, la señora Socorro ni se presenta a los que
debían concentrar las atenciones del acto, no habla y, todo lo más, se pone
junto al grupo musical que intervino en la convocatoria. Sin decir ni pío.
Pues esta es la
breve e infausta historia de un desaire, de una desconsideración. Puede que
algunos hablen de censura o de boicot, menos aceptable aún cuando ya habían
sido aprobados la financiación y los pormenores del acto. ¿Qué sensación habrá
experimentado el autor? Se habrá quedado a cuadros, un suponer. Es difícil de
aceptar, desde luego, que un acto cultural, la presentación de un libro, se vea
desvirtuado por una decisión incomprensible que tiene más que ver con
procedimientos excluyentes y caprichosos muy propios de otras épocas que,
lastimosamente, van retornando, da igual el tamaño del pueblo o de la ciudad.
Pero que esté
tranquilo. Primero, porque él no quiso distorsionar nada sino asistir al
nacimiento de su hijo, un libro en el que volcó esfuerzos y afanes. Y segundo,
porque su obra será a partir de ahora más demandada. Lo ocurrido confiere un sello
singular. Y que se anime Juan José para otro título. Que no se arrugue, pues su
obra es muy digna. La mancha del Ayuntamiento realejero no la quita nadie:
boicotear la asistencia de la prologuista de la publicación, es un acto
inapropiado.
Como para que
luego algunos hablen o presuman de libertad.
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