Si Sánchez creyera en sus propias palabras aceptaría lo que hoy ha pedido Casado en el Congreso. Elecciones. Si como dice el inquilino monclovita hay un clamor social que apoya la decisión de este Gobierno, Sánchez no lo dudaría un segundo. No esperaría a terminar la legislatura. Saltaría al ruedo electoral con el convencimiento pleno de que la victoria está de su lado. Apabullante. Arrolladora. Si no la mayoría absoluta, a falta de 13 diputados. ERC los tiene en Madrid, y 33 en Cataluña. Sánchez no tendría que emplearse a fondo en la campaña electoral. Es más, Redondo debería animarle a mantener debates cara a cara con Casado. Todos los días, a todas horas. Cuando se está en posesión de la verdad absoluta y es la sociedad civil la que, según Sánchez, empuja la nave hacia la victoria final, las elecciones servirían sobre todo para la destrucción de una oposición ciega, intolerante, alejada de la magnanimidad, del diálogo, de la concordia y del corazón democrático del 78.
¿A qué espera Sánchez?
No creo que haya cometido el error de tirar la urna que escondía tras las cortinas cuando decidió mandar con manu militari en su psoe.
Pues con urnas escondidas y el Liceo puesto en pie, el hombre del futuro (Ay, Fukuyama, en qué quedó lo de la democracia liberal tendrá toda la legitimidad para convertirse en el sistema político al que el hombre libre aspire a partir de ahora), gozará siempre del apoyo de la sociedad civil. Y Casado a la hoguera. Y la Constitución del 78 con él.
¡Hasta los tanques en Valencia saldrán en tu defensa, Sánchez!
Rubén Amón escribe: “Se ha pretendido convertir a los nueve presos en mártires de la opresión y del 'apartheid', no ya trivializando el sacrificio de Madiba, sino trasladando a la sociedad catalana y a la sensibilidad europea los abusos de una Justicia medieval que aprieta los grilletes a los presos políticos.”
Yo también apelo a la política. A ella es necesario acudir. En el lugar donde reside la soberanía popular hemos vuelto a escuchar a Sánchez. ¿En sus palabras dónde encontramos la política
Aristóteles, tan recurrente hoy, y temo que lo es por lo fácil que resulta escoger citas a boleo en la interné, mantenía que el hombre es (se sabe) un animal político. ¿Por qué? Vive en la polis. ¿Qué ciudad política habita Sánchez más allá de la que tiene poder y jerarquía? Y recordemos que el filósofo apostó por la jerarquía como un bien político.
Sánchez sólo tiene una polis: Sánchez.
Quienes ya viejos seguimos leyendo al ateniense, nunca olvidamos que este consideraba al esclavo un bien material. Debía hacerse buen uso de él.
La pregunta, llegados a este punto es muy sencilla: ¿Esclavos o ciudadanos para el político Sánchez?
El bueno de Aristóteles incluso apuesta por la educación para mejorar la sociedad, la convivencia, pero singularmente la vida digna y libre.
Ciego yo que no veo nada de aristotélico en Sánchez.
Lo que hace Sánchez es dar vida a la confrontación en detrimento de la pacificación.
“El presidente del Gobierno reivindica la utilidad
pública de los indultos y pide a los 'indepes' respeto a la Constitución,
mientras el de la Generalitat insiste en que la represión continúa, la condena
fue injusta y los indultos insuficientes. Esta es la sucesión de monólogos de
besugos a la que ahora llaman diálogo”, lo
apunta Marta García Aller.
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