Salvador García Llanos
La controversia ahora se llama mascarilla. En algunos
países, su denominación es tapaboca(s) y también cubreboca(s). La forma
nasobuco, por cierto, es una voz documentada en textos cubanos actuales, bien
es verdad que escasamente utilizada en referencia a a las mascarillas
sanitarias. El presidente del Gobierno de España ha anticipado que el Consejo
de Ministros de esta semana aprobará que la población dejará de emplearlas en
exteriores, siempre que haya posibilidad de mantener la distancia recomendada.
En seguida, han saltado las cuestiones y la duda: ¿es una medida apropiada? ¿Es
el momento adecuado para aplicarla? La polémica está servida.
Porque hay partidarios y detractores. Pros y contras.
Pero las mascarillas llegaron para quedarse. Nos habituamos a ellas en las
imágenes que llegaban de China, Japón y otros países asiáticos, sobre todo
aquellos que se veían afectados por la contaminación medioambiental. A medida
que la pandemia fue creciendo y no se sabía muy bien cómo combatirla, un
científico coreano, el doctor Kim Woo-joo, indicó que el uso de mascarillas y
la higiene eran las medidas más eficaces para disminuir los contagios. En
determinado momento, cuando los gobernantes debatían si confinar o no y cuál era
el alcance de un estado de alarma, el doctor coreano llegó a criticar la
tibieza inicial de las autoridades a escala internacional a la hora de imponer
una de las medidas más eficaces contra los agentes infecciosos que se
transmiten por el aire.
La catedrática de Inmunología de la Universidad de
Vigo (Galicia), María África González Fernández, ha publicado un trabajo en el
que expone los argumentos a favor y en contra de la medida anunciada por el
presidente del Gobierno. Veamos.
A favor:
-El buen tiempo hace que la gente pase más tiempo al
aire libre, donde se ha visto que hay menor probabilidad de contagio.
-Se ha incrementado la vacunación (sobre todo del
personal más vulnerable), lo que hace que la presión hospitalaria en planta y
UCI vaya disminuyendo.
-Está reduciéndose también la tasa de incidencia del
virus, por lo que es más difícil que se produzcan contagios masivos.
-El riesgo de contagio es muy bajo cuando estamos en
zonas al aire libre poco concurridas (playas, bosques, zonas rurales).
-El calor, en algunas regiones, hace muy incómodo
llevar mascarilla en el exterior.
En contra:
-No se ha llegado aún a la inmunidad comunitaria del
70%, queda aún mucho.
-La población joven (18-40 años), que es la que más
actividades sociales realiza, no está aún vacunada.
-Existe una posible distribución de nuevas variantes
(como la variante delta o india) con mayor tasa de transmisión. En Gran Bretaña
es ahora la variante mayoritaria.
-Quitar las mascarillas puede suponer una relajación
de las medidas que conlleven otras actitudes: no respetar distancia de
seguridad, abrazos, gritar, cantar, etc.
-Existen zonas urbanas con mucha gente que convive en
un espacio pequeño (zonas comerciales, entrada-salida de transportes…).
-Afluencia de turistas y mayor movilidad de la
población.
Lo cierto es que hay que andarse con cautela a la hora
de consumar esta retirada. Ahí tenemos la inquietante situación de contagios en
Tenerife, sin ir más lejos. En opinión de la profesora González Fernández,
“deberíamos ponernos la mascarilla cuando creamos que la situación, aunque sea
al aire libre, lo requiera, sobre todo en grandes urbes con zonas muy
pobladas”. Ahí tenemos el ejemplo de Israel cuyo Gobierno eliminó mascarillas
(incluso en interiores), excepto a las personas que no se habían vacunado.
Recientemente, tras aparecer nuevos brotes en algunas zonas del país, las ha
impuesto de nuevo.
Todo da a entender que hay que actuar con sentido
común y con responsabilidad, algo de lo que se ha carecido en algunos sectores
de población que se han aprovechado hasta de la relajación. Las mascarillas, ya
lo hemos dicho, han venido para quedarse. Cuando acudamos a hospitales,
clínicas o centros de salud será indispensable su utilización. Máxime si
estamos resfriados o con síntomas de alguna patología, no digamos infecciones
respiratorias: entonces habrá que usarlas para no contagiar en las sedes
laborales o cuando haya que moverse en transportes públicos o con mucha gente.
Tal será así que no nos extrañará verlas, aunque
usarlas siga pareciendo incómodo. Lo demás, ya se sabe: cautela,
responsabilidad, respeto a la distancia interpersonal. El virus sigue habitando
entre nosotros.
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