Una soledad estornudó en mi espalda hojas verdes, tiernas, ambarinas… que se fueron espinadas, amadas, espinadas, desengañadas… Y la campana del vacío caminó por mis senderos dormidos, olvidados, apagados… Resumiendo: que no me robé el corazón de nadie vivo; que amé sin medida una mentira de amor que no era mía; o sea, que me debes, vida.
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