Sheina Leoni
Suele decirse que los seres humanos somos naturalmente
violentos, desde los albores de la humanidad así lo hemos demostrado, la
bestialidad era cosa de todos los días.
Llegamos al siglo XXI, ¿es qué acaso hemos mejorado en algo?
Aparentemente hablamos más de paz, existen más cantidad de declaraciones, pero
seguimos en la misma: no hemos encontrado la fórmula mágica que nos permita
vivir en paz con nosotros mismos y con el resto de la sociedad. Quizá, en algún
futuro más o menos lo logremos. Recemos porque así sea.
Una cultura de violencia:
Hace unos meses atrás llevé a mi pequeña sobrina a pasear al
shopping, cuando fuimos a la parte de juegos grande fue mi sorpresa al ver una cantidad
de niños tratando de pegarle con un martillo a los cangrejos y cada vez que le acertaban
a uno, tenían un punto.
Un poco más lejos otros niños disparaban felizmente en una
pantalla gigante con extraños seres que s e defendían a capa y espada. ¡Cuando
llegamos a casa y le puse lo que creí unos inocentes dibujitos pude observar
como también se golpeaban en forma permanente!!
No quepo de mi asombro; mientras en jardines y colegios
hacen tarjetas, murales y demás por la paz los medios de comunicación y los
juegos infantiles están fomentando
directa o indirectamente una cultura de violencia.
Tenga cuidado y no se asombre si está en algún lugar público
y una manada de niños o jóvenes furiosos entran lo loco y cometen algún acto de
violencia, tal vez solo imitan lo que ven…
¿Qué es la cultura de la violencia?
La cultura de violencia es aquella en la cual la respuesta
violenta ante los conflictos se ve como algo natural, normal e incluso como la
única manera viable de hacer frente a los problemas y disputas que nos
encontramos a diario. Por tanto, podemos exponer que actualmente vivimos en una
cultura de violencia. La podemos definir como aquella en la cual la respuesta
violenta ante los conflictos se ve como algo natural, normal, incluso como la
única manera viable de hacer frente a los problemas que nos encontramos a
diario.
Según O.M.S, Organización Mundial Salud, define la violencia
como: El uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho, o como
amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o
tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos,
trastornos del desarrollo o privaciones, y divide la violencia en tres
categorías generales, según las características de los que cometen el acto de
violencia:
Motivos: No se saben exactamente, pero algunos especialistas
en el tema suelen señalar: el maltrato, la intolerancia, la falta de diálogo y
el dejar que los conflictos se salden con violencia. En una cultura de
violencia, los conflictos se gestionan a través de la violencia, siendo esta
solo la consecuencia de un conflicto mal abordado, en una cultura de la paz, es
a través del dialogo.
Todos los seres humanos, que habitamos actualmente el
planeta tierra estamos influenciados por una cultura bélica, pero eso no es
irreversible, y tenemos el potencial y las posibilidades de cambiar la
situación forjando una cultura de paz. La violencia es un fenómeno social, que
se aprende y por tanto también se debería poder desaprender.
¿A qué llamamos Cultura de Paz?
La Cultura de la Paz la cual fue definida por resolución de
la ONU, siendo aprobada por la Asamblea General el 6 de octubre de 1999 en el
Quincuagésimo tercer periodo de sesiones, Acta 53/243, consiste en una serie de
valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los
conflictos tratando de atacar sus causas para solucionar los problemas mediante
el diálogo y la negociación entre las personas, los grupos y las naciones,
teniendo en cuenta un punto muy importante que son los derechos humanos, así
mismo respetándolos y teniéndolos en cuenta en esos tratados.
Para ser más concretos, el documento titulado Declaración y
Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, la Asamblea General hace alusión y
énfasis en la Carta de las Naciones Unidas, a la Constitución de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura,
a la Declaración Universal de los Derechos Humanos y reconoce que 'la paz no es
solo la ausencia de conflictos'.
En dicho documento se hace llamamiento a todos (individuos,
grupos, asociaciones, comunidades educativas, empresas e instituciones) a llevar
a su actividad cotidiana un compromiso consistente basado en el respeto por
todas las vidas, el rechazo a la violencia, la generosidad, el entendimiento,
la preservación ambiental y la solidaridad.
Promoviendo una cultura de paz. Existen muchos agentes c
capaces de incentivar a una cultura de paz:
Ámbitos de Acción:
• Promover una
cultura de paz por medio de la educación.
• Promover el
desarrollo económico y social sostenible.
• Promover el
respeto de todos los derechos humanos.
• Garantizar
la igualdad entre mujeres y hombres.
• Promover la
participación democrática.
• Promover la
comprensión, la tolerancia y la solidaridad.
• Apoyar la
comunicación participativa y la libre circulación de información y
conocimientos.
• Promover la
paz y la seguridad internacionales.
Volviendo al principio
¿Pueden influir los video juegos, o películas, o videos en
la conducta de las personas?
Los Videojuegos han sido objeto de estudio de las ciencias
sociales, cómo un fenómeno comunicacional y pedagógico, que se introdujo en los
hogares de la sociedad moderna cómo algo "natural", reemplazando en
muchos casos a otros elementos que durante mucho tiempo habían formado parte de
la vida cotidiana cómo los juguetes, revistas infantiles, juegos de mesa.
Al igual que la educación, los medios de comunicación pueden
ejercer violencia simbólica en a las personas. La violencia simbólica es la
representación de la violencia por cada vez más medios, difundida masivamente
en las múltiples pantallas, trasladada a la ciudadanía a diario, incluso a las
personas más desprotegidas, los niños y los ancianos, en horarios que debieran
ser de especial protección, a sectores de la sociedad que consumen violencia de
muy distinto tipo a través de los medios de comunicación de masas, que se
habitúan a ella, que la banalizan, que no sienten en su propia piel el
sufrimiento, las terribles consecuencias de los actos violentos, que pierden
así toda capacidad empática, que la legitiman porque la perciben como útil,
como eficaz, para afrontar determinados problemas. Debemos tener presentes a
los medios de comunicación y su enorme influencia, tejer complicidades con
ellos para que se conviertan en difusores de los valores de una cultura de paz.
¿Qué pasa con el video juego? ¿Qué diferencia existe entre
matar en la realidad virtual y hacerlo en la vida real? Con los recientes
acontecimientos sucedidos en la escuela primaria Sandy Hook de Newton,
Connecticut en Estados Unidos, donde 27 personas, entre ellos 18 niños, se
convirtieron en víctimas fatales de un tiroteo, muchos nos volvemos a preguntar
si es cierto que la cada vez más prevalente popularización de los videojuegos
en nuestra sociedad, ha generado que los niños y adolescentes hayan de alguna
manera perdido la noción de lo que significa matar. La pregunta es lógica, particularmente cuando
sabemos que, en los últimos años, una gran mayoría de los títulos de
videojuegos más populares y de mayor éxito desde el punto de vista económico
para sus productores, están colmados de escenas de violencia, masacres,
tiroteos, atentados e incendios y los mayores logros y puntajes altos están de
una u otra forma relacionados con eliminar personas.
Diferentes opiniones:
1- Muchos de los
fervientes críticos de la falta de regulación con respecto a la violencia que
se ejemplifica de alguna manera o se promueve en los videojuegos, consideran
que el fenómeno será cada vez más extendido y que esta exposición e inmersión
continuada en ambientes donde prevalece la violencia no pueden ser inocuas. El
mayor agravante del problema resulta ser el extraordinario realismo de los
juegos de video,
2- . Otras
personas opinan que un videojuego violento no se diferencia de un libro o una
película con temas o historias similares, al mismo tiempo que consideran que es
imposible establecer una relación de causalidad entre el contenido de estos
juegos y un potencial efecto psicológico en quienes juegan.
Aunque los estudios sobre la relación entre el uso
continuado de videojuegos y la violencia en el mundo real son abundantes,
ninguno ha podido establecer exitosamente una correlación significativa entre
los dos. Algo que sí pareciera ser aceptado de manera general es el hecho de
que la exposición continuada a videojuegos, libros o películas con alto
contenido de violencia, afectan la forma en que los niños y adolescentes
perciben su ambiente y los hace perder la capacidad natural de diferenciar
entre la fantasía y la realidad.
Es necesario discutir
analíticamente si los temores que existen sobre los videojuegos violentos son
fundados.
La mejor medida: La Educación
Estamos educados en una cultura de violencia, donde no se
nos enseña, ni se nos permite demasiado, a ver alternativas a la violencia.
Porque en las escuelas y los demás medios de transmisión y reproducción de la
cultura nos han enseñado la historia como una sucesión de guerras; porque
estamos acostumbrados a que los conflictos se reprimen por la incuestionable
autoridad paterna, o por la autoridad del macho sobre la hembra, o por las
leyes nacionales o internacionales; porque los medios de comunicación de masas
nos venden como la única vía de solución de los conflictos internacionales el
uso de los ejércitos, etc. Es decir, vivimos inmersos en una violencia
constante, la cual se manifiesta a diario, en todos los ámbitos y a todos los
niveles. El análisis de la forma como estamos expuestos a diario a la
violencia, ya sea en un noticiero, un periódico, una película o un videojuego,
conduce a pensar que todos los medios pretenden socializarnos en una cultura de
la violencia, de la competitividad, del menosprecio hacia los débiles, del
sexismo y de la agresión como forma de relación y de una u otra manera se nos
enseña que la forma más adecuada, si no la única, de resolver los conflictos es
a través de la violencia.
Pero podemos dar vuelta la pisada: debemos educar a toda la
sociedad, pero centrándonos especialmente en los infantes, hacia una cultura de
la paz, la cual consiste en educar, no solo con palabras sino con hechos, se
trata de hacer sentir en la propia piel los problemas, en la medida de lo
posible, ponerse en la piel del otro, para sentir los problemas, para vivirlos,
para interiorizarlos realmente, no de una manera teórica o retórica, sino
práctica, personal. Se trata de que los niños se conmuevan para que reaccionen
y modifiquen sus comportamientos, sus actitudes, sus valores, sus conductas. De
este modo, irán interiorizando soluciones no violentas para afrontar los
conflictos.
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