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miércoles, 24 de agosto de 2022

LA RESTINGA DE EL HIERRO

Isidoro Sánchez García

Desde que el geógrafo, matemático y astrónomo griego, Claudio Ptolomeo, marcó la punta de Orchilla como referente geográfico del meridiano cero del mundo y desde que el padre francés Luis Feuillée, geógrafo, se acercó a la isla de El Hierro para medir la longitud del Observatorio astronómico de Paris por encargo del cardenal Richelieu, existía La Restinga herreña, al sur de la ínsula volcánica más activa de Canarias.

No queremos irnos. La isla nos tiene abrazados con su lazo de piedra y toda la magia.

Así se expresó el amigo y escritor Victos Álamo de la Rosa cuando cierra los seis capítulos del nuevo libro sobre El Hierro: La Isla al Principio, compuesto por páginas fotográficas de personas y naturaleza relacionadas con la isla de los volcanes en el suroeste del archipiélago de Canarias. La Región Ultraperiférica, (RUP) española de la Unión Europea (UE) que se alonga sobre el océano Atlántico mirando hacia las Américas desde La Restinga. Ya habíamos oído hablar de Ptolomeo, de los viajes mundiales entre los siglos XIII y XIX de Marco Polo, NBattuta, de Cristóbal Colón, de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, de Malaspina, de Alejandro de Humboldt y de Charles Darwin, entre otros. Algunos de ellos pioneros de la literatura de viajes.

Dicen que La Restinga fue colonizada por pescadores de La Gomera, la isla colombina por excelencia, entre los que destacan los hermanos Antonio y Pancho Mora, que aparecen fotografiados de manera especial en el nuevo libro EL HIERRO, por el joven artista herreño Alexis W. Estamos hablando de un libro nuevo, diferente, curioso, donde se combinan en 128 páginas fotografías y textos repartidos en seis capítulos. Se trata de un nuevo proyecto que denominaron Ferro, como la isla al principio. Luego Ferrum, más tarde Hero y por último El Hierro. Lo cierto es que pasó de mito a isla entera donde se dan cita los colores insulares de la textura cromática que se consigue por la oxidación del cemento y caracterizan a chicos y chicas de la isla de los bimbapes como a jóvenes y mayores, a hombres y mujeres nacidos o residentes en la isla del Meridiano Cero. La primera edición de todo este trabajo la han llevado a cabo estos jóvenes amigos en ese año de 2021, en plena pandemia de la covid – 19. Alexis W con sus fotografías dedicadas a personas especiales y a la naturaleza herreña y Víctor a desarrollar esos seis capítulos que van desde El Aire del Tiempo inmemorial a Guiado a la isla lenguaje, pasando por Escriben las piedras que hablan, La Cartografía humana: alma antes del alma, Las islas aladas: Tenerife, La Palma, La Gomera y Conocerse las Profundidades.

Conocí a los padres de Alexis y Víctor en mi época profesional cuando José Miguel González, ingeniero jefe del ICONA, me destinó como ingeniero de montes a la isla herreña en los años de 1970 de la cual era sobreguarda forestal el recordado Zósimo Hernández. Con él trabajaba Vicente, el padre de Alexis. Con Manuel Álamo coincidí más tarde en la etapa política de la Transición cuando aposté por ella. Entonces las sabinas, el fayal brezal, la laurisilva y los pinos me resultaron familiares como el histórico Garoé sin olvidar los lagartos gigantes que descubriera Juan Machín, el abuelo de luchadores famosos, en las laderas del valle del Golfo en Frontera. El Garoé me llevó a recordar a Víctor Álamo de la Rosa, excelente escritor, mitad guanche, mitad bimbape, por cuanto fue autor, entre otros, del libro El año de la seca, en referencia a 1948, que fue el año cuando el ingeniero de montes don Leoncio Oramas mandó plantar a Zósimo un nuevo Til (Garoé) en el barranco de Tigulate, en el paisaje natural de Ventejís. Y en 2018 le dedicó a mis nietos su librito Omar, el Niño Cangrejo, que se sentía hijo del mar. Curiosamente el padre de Víctor fue Director General del Patrimonio Cultural de Canarias. Por entonces el amigo Manuel Álamo me enseñó en el mar de las Calmas los nidos de las águilas pescadoras que tanto entusiasmaban al biólogo marino Checho Bacallado, así como algún que otro petroglifo en los lajiales. Me acordé entonces de mi visita a la isla grande de Hawaii (Big Island) cuando participé en el proyecto de Parques Nacionales Gemelos entre USA y España, donde se combinaban las lavas cordadas con algunos petroglifos volcánicos. Pude conocer también en los archivos de Valverde que el histórico y mítico Garoé, el árbol sagrado de los bimbapes, que bien conocía Tadeo Casañas, había sido derribado por un vendaval en mayo de 1610. 

 El libro EL HIERRO, de los coautores Alexis W y Víctor Álamo de la Rosa, de fotografías y textos, respectivamente, lo adquirí en el restaurante Casa Juan, de Lorena, donde degusté en familia los frutos del mar de las Calmas y los vinos procedentes de las viñas de El Pinar. En verdad que La Restinga herreña  vale la pena visitarla y disfrutarla. De los cayucos llegados al muelle en aquellos días de agosto hablaremos en otra ocasión, así como de otro libro, REFUGIADOS, obra de otro amigo, Sami Nair.

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