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sábado, 13 de agosto de 2022

A DOS O TRES ALCALDES, A LO MEJOR SOLO DOS

Lorenzo de Ara

Nos empujan al pesimismo. Eso es cierto. Los ansiolíticos son más sugerentes y atractivos que las legumbres. Creo también que mucho más baratos. Es un mundo que fabrica demonios y mata esperanzas. No imaginó nadie un siglo XXI cargado de dolor extremo, de carencias extremas. Y es que otra vez el hombre vivía hasta ayer en una realidad distópica en la que la sobreabundancia tapaba la vaciedad del todo. De ahí que siempre el regreso a Zweig se produzca con el recuerdo vivificante de la madre y el abrazo y el beso y la dulce melodía de una nana. De no ser así se termina por pisar Brasil y apagar la luz para siempre. 

Pero este presente que pisamos es así por un cáncer terminal que el ciudadano, puede que, hasta arriba de pastillas, se niega a cortar de raíz. Es más, el ciudadano es manipulador de la realidad, participando, no como esclavo, sino como artífice del embuste.

Leamos a Pedro G. Cuartango: “Jamás resolveremos los grandes desafíos que tenemos pendientes si los políticos sólo piensan en cómo ganar las próximas elecciones o si sus decisiones se basan en el impacto sobre su electorado. Esto es fácil de decir, pero muy difícil de revertir, porque inexorablemente hay que adoptar políticas a largo plazo, cuyos efectos tardarán en notarse muchos años y que pueden ser impopulares. La cuestión no es tanto que no sepamos lo que hay que hacer como aceptar el coste de las decisiones que hay que tomar para preservary vivir con una economía sostenible. No es seguro que vayamos a responder al reto, pero sí que las crisis siempre generan oportunidades de rectificar lo que se ha hecho mal.”

Cabe, pues, el intersticio para la entrada de luz y de aire que dé aliento al sistema. Corregir los muchos males que se han alzado como gigantes.

No está exento el municipalismo de estos lamparones. Alcaldes del todo a cien se aprestan a envolver la mierda con el folclorismo del mundo Teletubbie y el tsunami happy flower donde todo mola y todo tiene color y todo es una fiesta “cultural”.

El pesimista también aspira a vivir en un mundo mejor. Ser buena gente nada tiene que ver con participar de las ensoñaciones versallescas de alcaldes estirados que dicen trabajar cuando el mundo que habitan es una pasarela de encefalograma plano.

Y qué decir del municipalismo encarnado por ese otro alcalde que se estira tanto hacia el egocentrismo que engalana el cuerpo con ropaje gótico y vaporea el aire con tres o más carreras universitarias.

El pobre diablo no es el pesimista fracasado que observa la realidad desde la atalaya con los ojos de Jorge Luis Borges. El verdadero fracasado, pero tirano, a fin de cuentas, es el que tiene las herramientas para hacer un mundo mejor y deja que pase el tiempo y engaña, miente, tergiversa, manipula, retuerce el poder y consigue, siempre desde del engreimiento, que un número no pequeño de cabestros con derecho a voto haga perdurable el horror del gregarismo parasitario.

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