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lunes, 1 de abril de 2019

HÁBITOS E INDICADORES


Salvador García Llanos

Cuenta un veterano periodista que cierto domingo del mes de febrero, al mediodía, desde una cafetería se puso a contemplar el kiosko de prensa cercano para ver cuánta gente y de qué edades compraba el periódico. Entre las doce del mediodía y las dos de la tarde, contabilizó a veintitrés personas y ninguna menor de veinte años. Se convenció del todo:

-A los jóvenes ya no les interesa la prensa. Y desde luego, prescinden de ese gasto. Si quieren estar informados, utilizan otros canales. La prensa impresa está condenada.

Recordando el episodio, les preguntamos días pasados a los alumnos de dos institutos de secundaria, en el curso de una charla sobre la comunicación de nuestro tiempo, quiénes habían adquirido un periódico últimamente o lo hacían habitualmente. Muy pocos, apenas quince, levantaron la mano. El trance de desaparición, así las cosas, es evidente.

La Oficina de la Justificación de la Difusión (OJD), pendiente de certificar los últimos registros del mes de febrero, consigna que la difusión de los cinco principales diarios españoles (El País, El Mundo, ABC, La Vanguardia y La Razón) apenas superó los cuatrocientos veintiocho mil ejemplares, tres mil menos que la alcanzada por El País en el año 2008. La OJD señala que en 2018 la tirada de los cinco rotativos se ha reducido en 79.452 ejemplares, un descenso del 15,7 %, en la misma línea desde hace diez años, cuando la crisis endémica era ya un proceso en expansión y las ventas caían a un ritmo superior al actual.

Es natural entonces que en círculos mediáticos y empresariales del sector, se hable sin ambages de “negocio en caída libre” desde hace algo más de una década o de “histórico desplome del negocio impreso”. Las incertidumbres del porvenir son evidentes, de ahí que se siga hablando del cambio de modelo de negocio para intentar superar tan desfavorable situación. La desaparición de cabeceras en algunos países ha alternado con intentos de reconversión, como afrontar un multimedia y reducir la edición impresa a los fines de semana con contenidos y tratamientos digamos que propios de esos días (farándula, deportes, ocio, reportajes, atención a las convocatorias...), tratando de recuperar lectores en segmentos de edad más jóvenes.

Y atención porque la radio empieza a recorrer caminos que pueden estar erizados de dificultades. Lo acaba de recordar en Tenerife Carlos Alsina, el periodista de Onda Cero, al frente del programa 'Más de uno', uno de los líderes de la programación matinal:

-La radio es más estable que otros medios y sigue funcionando muy bien, aunque tiene una dificultad para llegar a los menores de veinticinco años porque los hábitos han cambiado. Ahora los chavales están más con lo que les llega por redes sociales, trocitos de cosas, y es muy difícil que se enganchen a escuchar algo largo.

O sea, que si no se lee y no hay intención de sintonizar porque los contenidos son largos, estamos ante hábitos preocupantes para la salud convivencial, para las relaciones humanas y para los niveles de consumo de información.

Se dirá que es una visión pesimista pero las experiencias, las cifras y los testimonios son unos indicadores a tener en cuenta.

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