Salvador García Llanos
Es un hecho sencillo,
es una dotación con los elementos justos, pero no por ello menos importante. Y
es que las ciudades, sus barrios, andan tan necesitados de espacios públicos
aprovechables y útiles, aptos para disfrutar, que cuando son habilitados, hay
que congratularse.
Es el caso de Punta
Brava, en el Puerto de la Cruz, donde desde hace unos días cuentan con un
parque infantil. Nada, lo convencional: columpios, tobogán y aparatos para el
juego y entretenimiento de la ‘grey’ infantil. La iniciativa, fraguada hace dos
años, ha sido promovida por el Rotary Club y coordinada por el Ayuntamiento y
Loro Parque, tan ligado a la vida del barrio. Ediles de éste también se
preocuparon e intervinieron.
Con razón imperaba el
contento en Punta Brava, afectada recientemente por otros hechos más
preocupantes. La población del lugar siempre reivindicó espacios para el
esparcimiento, seguro que para continuar el que albergó la primera de las
asociaciones de vecinos portuenses, Guayanfanta, cuando todavía el concepto de
participación ciudadana estaba muy en pañales.
Ahora es un pequeño
parque infantil el que luce casi en la misma entrada del barrio. Ya tiene la
gente menuda donde entretenerse y sus ascendientes con lo que preocuparse un
poquito menos. Ya no es, como en muchos casos, la incertidumbre de la calle,
allí donde jugar y transitar porque no hay otros sitios donde hacerlo. ¡Vamos
al parque!, será una frase muy repetida a partir de ahora en Punta Brava. Habrá
que hacer, por supuesto, las tareas de mantenimiento y cuidado, sobre todo
pensando en los usuarios.
Esta contribución del
Rotary Club identifica también su sensibilidad y su compromiso con la ciudad. Siempre
hemos dicho que esa implicación debiera ser visible y éste es un ejemplo. Que
la iniciativa privada entienda las necesidades del municipio, las más
apremiantes desde el punto de vista social, y trate de satisfacerlas, es un
hecho positivo que merece ser reconocido. La grandeza viene dada por la dimensión
de las aportaciones realizadas. En Punta Brava, con ese pequeño pero necesario
parque infantil, tenemos un claro ejemplo.
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