Gregorio Dorta Martín
Llega el verano y con él las
numerosas fiestas que hay por todo el país. No soy un experto y por ello no voy
a dar ningún consejo a la hora de aquellos que se pasan con el líquido y es que
tomar bebida alcohólica, supone para gran parte de la población un placer
asociado a festividades, celebraciones, fines de semana o simplemente el
disfrute de una buena comida, por ello es conveniente saber beber, comportase
como un ser humano, serio y responsables, cuando tomamos algo, que seamos
felices bebiendo y respetando siempre a los que están en el camino y al lado.
También me remito de una manera muy especial a los que considero automovilista
que con la bebida, el alcohol, el auto... por favor como bien decía aquel
mensaje “Si conduce no bebas”. Coja usted una guagua (bus) o un taxi.
RESACA
Salitre el pescador se
despertó sobre su lancha una mañana de pesca y fiesta, con mar en calma y nadie
a mil leguas. Después de un sueño perturbado, encontrase con el vaivén de su
barca sobre el mar convertido en un monstruoso cangrejo. Se hallaba echado
semidesnudo sobre las duras vigas de su viejo bote, y, al levantar la vista,
vio la imagen de la Virgen del Carmen sobre las enfiladas olas del océano que
los bañaba, cuyo relieve, creía ver una bella postal de las fiestas populares
de Puerto de la Cruz. Este pescador, ante su asombro y la de sus numerosos
rejos, sorprendentemente todas sus púas descoloridas, salían de su propio
organismo en balance con el espesor frecuente de sus piernas. Todo ello,
ofrecía a sus ojos el asombroso sueño de una sacudida sin equilibrio. Durante
los sueños se desarrolla en el cerebro una actividad eléctrica que también
alcanza la zona encargada de la información visual. Por ello se crean imágenes
completamente aleatorias, que son ordenadas y provistas de contenido por el
soñador, en este caso por el pescador. Esta es una teoría, pero existen más,
comenzando por la del famoso psiquiatra vienés Sigmund Freud, quien opinaba que
todo sueño tiene un significado.
¿ Que me ha sucedido? dijo,
entonces.
“No deliraba, no. No soñaba,
no. Su barca, una barca de verdad, si bien colosalmente muy comprimida,
afloraba como habitual con su guitarra, su red, el tambor para atrapar morenas,
su cubo, su cañas de pescar y sus cuatro cajas de cerveza y sus numerosas botellas
de ron, todas estas bebidas harto famosas por todos sus colindantes.
Presidiendo todo una mañana con un sol que empezaba a brillar en todo su
esplendor y a lo lejos una música escandalosa le llegaba a sus maltrechos
oídos, como un sutil eco y de idéntica manera, voladores, petardos y cañones de
esos fuegos artificiales de las fiestas de Julio que explotaban en el cielo
azul y los cuales retumbaban a lo lejano en aquel abrupto acantilado. De pronto
cogió el cubo, lo lleno de agua salada y lo echo por encima de su aturdida
mente. Se sacudió la misma como lo hace un perro cuando se encuentra totalmente
mojado. Ni el rápido movimiento de su cabeza, ni el frescor del agua le hizo
efecto alguno, porque el seguía viendo en sus piernas sus rejos de un monstruoso
cangrejo y al levantar la vista, seguía distinguiendo a la Virgen del Carmen
sobre las enfiladas olas del Océano Atlántico. Como si fuera la misma estampa
que Salitre había visto colgada sobre el cuello del escapulario de su
desaparecida y santa madre.
--- ¿Virgen mía, que tengo?
No, no estoy delirando. ¡Es
esto un milagro! ¡Qué cansado es la profesión de pescador que he elegido!.
¡Puta vida! Luchando contra el duro y amplio Océano un día sí y otro también.
La preocupación de llevarle la comida a los hijos es mucho mayor cuando se
trabaja en estos menesteres, y no hablemos de los días malos y regulares que
tenemos que soportar, esperando que el salgo, la vieja, la chopa, la caballa,
el chicharro o la sardina lleguen a raudales sobre mi vieja falúa, para que mis
hijos, que no paran de comer durante todo el día, no le falta nada de las
primeras materias primas. Ellos no saben aún por lo pequeños que son, que dura
es la vida del pescador sobre un lancha a la deriva en este mundo lleno de
soledades y malaventuras. Además, con estas alusiones de padre y señor mío, mis
pies parecen púas de cangrejos y al frente sobre el mar veo a mi patrona La
Virgen del Carmen. ¡Al diablo con todo! La cabeza le daba mil y una vuelta y
perezosamente se estiró sobre la espalda, alargándose en dirección a la
cabecera del barco, a fin de poder alzar mejor la cabeza. Pero su mente le
seguía dando vuelta. Vio y pese al cambio de postura que todo seguía igual.
Notaba sus piernas anómalas y sobre el movimiento de las olas a su señora, a su
protectora. Quiso aliviarse tocando el lugar de sus piernas, una con la otra y
fue tan grande el lió que sus numerosos rejos de cangrejos se unieron unos con
otros. El rozamiento le producía estremecimientos. Estos madrugones, señaló- le
emboban a uno por completo. El pescador necesita dormir lo justo. Hay algunos
que se dan una vida de padre y señor mío. Ya se lo que me pasa he bebido
demasiado, los pescadores vivimos en una cultura del alcohol, en donde está
perfectamente tolerado que la gente, incluso los más jóvenes, se emborrache de
vez en cuando e incluso algunos todos los días. En oportunidades el hecho es
tomado como un signo de fortaleza a imitar al tipo de “llanero Solitario”, la
facilidad con que es posible conseguir alcohol y la permisividad para ello,
encontramos que la abstinencia total es, cuanto menos, un objetivo poco
realista, por lo que la prevención ha de ser un objetivo prioritario.
Salitre dirigió luego la vista
hacia la otra parte del barco, comenzó a temblar de frió y no tenia fuerzas
para poner el motor en marcha o remar hasta la costa. – Bueno- especuló- ¿Qué
pasaría si yo siguiese durmiendo un instante y me desatendiese de todas estas
utopías? Mas era esto algo de todo punto viable, porque Salitre estaba
acostumbrado a dormir sobre su lancha. No era la primera vez, ni iba a ser la
ultima. Cerro los ojos para no ver mas todas aquellas insinuaciones de vírgenes
sobre el mar y de sus pies con los rejos de una cangrejo. Al final se quedó
completamente dormido y cuando lo hacia en los más recóndito de sus pesadillas.
Se le acerco varias barcas que lo estaban averiguando por toda aquella orilla
de puerto, playa y acantilado. ¡Salitre, salitre, donde te has metido! Gritaban
todos sus amigos pescadores que llevaban tiempo rebuscándolo y se sorprendieron
a verlo de aquella forma plácidamente soñando. Creyeron que estaba muerto, pero
por su respiración pausada y cansina desistieron de ello. Al acercarse sus
aliados notaron que de las cuatro cajas de cerveza no quedaba ninguna y que de
las botellas de ron, sólo los recipientes y algún obturador de corcho arrojado
por los suelos. Le notaron que había bebido toda la noche como un cosaco por el
aliento de la borrachera que emanaba de su boca o garganta. Rápidamente le
dieron de beber un refresco de naranja con mucha azúcar y lo llevaron
velozmente hacia la costa. Y de allí ante el suburbio de gente y conocidos
hacia un centro hospitalario.
Cuando al siguiente día
Salitre regreso al bar para tomar su primer café como hacia cada mañana antes
de comenzar con sus tareas, se le notaba aún en su cara la resaca de cerveza y
alcohol de la cuál había padecido el día anterior. En aquel momento, tomando el
café en el Bar del Muelle, empezó asociar todas aquellas reticencias sobre su
vieja barca que lo llevaron a la locura.
Sonrió, se miro a sus pies. ¿
Donde están mi rejos de cangrejos y la Virgen del Carmen sobre las olas?. No
fueron sueños, no. Fue una larga y penosa resaca que me hizo deliberar de
aquella forma. Se tomó la ultima gota de café que le quedaba en la taza. Bueno,
por ahora, lo que tengo que innovar es levantarme, que me vuelvo a ir de pesca.
Apresó su cañas, su cubo, se escaló a su vieja barca, pero en esta oportunidad
no quiso llevar ni sus cerveza ni sus botellas de ron. Toda aquella anécdota
del día anterior le había servido como ejemplo para no cometer un nuevo
disparate. Otro nuevo despropósito.
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