Salvador
García Llanos
Entre los reveses
deportivos locales recientes, hay que consignar el descenso, de Preferente a
Primera categoría, del C.D. Puerto Cruz. Como otras muchas cosas, ha pasado
casi inadvertido del todo. Es tan escaso el interés dedicado al fútbol regional
y al desarrollo balompédico local que tampoco es cuestión de extrañarse
demasiado. El descenso viene agravado porque el filial juvenil, durante muchos
años militando en la División de Honor, también perdió la categoría; y porque
pocas fechas antes de terminar la competición, el club se quedaba sin dirección
al dimitir el presidente y su junta. O sea, una hecatombe deportiva en todos
los órdenes, una crisis de calado en lo
deportivo y en lo institucional.
No es el primer descenso
del C.D. Puerto Cruz, cierto. Pero tampoco es cuestión de acostumbrarse. La
pena es la historia. Pero de ella, se comprueba una vez más, no se vive.
Hablaremos del célebre encuentro con el Juventud Silense, del “Seis de copas”,
del “pequeño Real Madrid”, de la Liga Regional, de goles inolvidables, de
grandes jugadores, de atinados dirigentes y de entrenadores que dejaron huella,
de El Peñón abarrotado, con tierra y con césped, natural y artificial…
Pero no hablamos del
futuro, de un proyecto, de un planteamiento con una mínima seriedad para
rescatar aficionados y para forjar un equipo con valores, que se sienta
respaldado. Como tantas otras cosas, los portuenses vemos ante nuestros propios
ojos cómo se pierden los hechos y las cosas que cultivamos y gozamos durante
tantos años. Hechos y cosas con las que nos identificamos y convivimos. No
hacemos nada ni para procurar que la suerte deportiva nos sonría. Porque el
deporte es así, ganar y perder, subir, crecer o bajar de categoría; pero cuando
predomina el abandono, cuando falta la ilusión elemental y cuando no hay
elementos para reaccionar, es que el terreno está abonado para un fracaso, para
una decepción, para un decremento generalizado…
El fútbol portuense,
otrora admirado, atraviesa su peor etapa, sin duda. Se queda huérfano, sin
apoyos. Lástima de tantos jugadores que componen las categorías de base,
prolíficas y llenas de futbolistas y equipos dotados de un alto nivel
competitivo. Sin exagerar: ¿qué equipo portuense de esas categorías no ha sido
campeón?
Sin embargo, ya ven. Se
van a otras latitudes, prosiguen sus trayectorias en otras localidades. Es
natural que padres y mentores se alejen de los núcleos donde se forjaron.
Triste y doloroso, pero el
futuro futbolístico local es muy oscuro. Sin dirigentes, sin proyecto, sin
estructura sólida es difícil avanzar. Qué pena.
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