Salvador García Llanos
Hay
que entonar el adiós a la Mancomunidad del Valle de La Orotava. Se pierde en la
noche de los tiempos políticos. Fenece con una inevitable sombra de ineficacia
y fracaso, bien es verdad que en una primera etapa -a mediados de los años
sesenta del pasado siglo- pudo dar cobertura, con dignidad y decoro, a los
fines para los que fue concebida: prestar servicios -desde el principio de la
economía de costes- de atención sanitaria (casa de socorro, la equivalente a
centro de salud con urgencias), de extinción de incendios y salvamento y
tratamiento de residuos sólidos.
Pero
la evolución de los municipios, la falta de voluntad política, la limitación de
recursos y la carencia de una sólida cultura de lo que significaba mancomunar
servicios fueron mermando las potencialidades de una entidad supramunicipal
que, paradójicamente, en cuanto que se creía que con la nueva etapa democrática
podía experimentar una revitalización, atravesó una muy seria crisis en los
años ochenta al abandonarla Los Realejos, uno de los ayuntamientos fundadores e
integrantes.
A
posteriori, hubo intentos de reflotarla. Volvió Los Realejos y se incorporó
Santa Úrsula. Las competencias fueron reasignadas. Había que actualizar
estatutos para adaptarse a las modificaciones normativas. Desde el exterior se
escucharon algunas voces que reivindicaban un papel más activo de la
Mancomunidad. Pero seguía escaseando la voluntad política y faltaba impulso. Ni
siquiera cuando los municipios que la componían llegaron a tener un gobierno
del mismo color político hubo avances significativos.
El
nuevo enfoque legislativo aplicado a la administración local es aprovechado
ahora por los actuales responsables municipales para disolver la Mancomunidad
del Valle de La Orotava, la entidad que servía de enganche para alguna
aspiración política pero también de opción para afrontar problemas que se
avecinaban entre el crecimiento imparable de ciudades y necesidades apremiantes
de otras. La liquidan -hay que cumplir con la tramitación de estos casos- para
estudiar la creación de un consorcio intermunicipal, se supone que con
finalidades parecidas.
‘In
articulo mortis’, ya se habla de más cobertura y de más posibilidades con
arreglo a las competencias que establezca la Ley (aún en el Tribunal
Constitucional, por cierto) y las que se decida asumir. “Una fórmula para
impulsar proyectos conjuntos”, ha dicho el alcalde de Los Realejos, Manuel
Domínguez, a la sazón el último presidente de la Mancomunidad. Bien: es la
misma o parecida letra pero con otra música.
Decisión
y gestión política, implicación clara y proactiva y aportación de recursos
económico-financieros son los pilares sobre los que descansar cualquier acción
futura. Eso significará enterrar también visiones estrechas y alicortas. Si no,
simplemente habrá que registrar un cambio de denominación: Consorcio del Valle
de La Orotava, en lugar de Mancomunidad.
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