Cristina
Tavío
La
huella ecológica es la medida del impacto de las actividades humanas sobre la
naturaleza, representada por la superficie necesaria para producir los recursos
y absorber los impacto de dicha actividad. Por ejemplo, España necesitaría
tres países como el nuestro para satisfacer sus demandas.
En
Canarias, este indicador se sitúa en 6.52 hectáreas por habitante por lo que
necesitaríamos 3.84 planetas para soportar la intensidad del consumo en
nuestras Islas. Un problema del que ya estamos viendo las consecuencias.
Por
esta razón, esta semana en el Pleno del Parlamento interpelé a la Consejera de
Sostenibilidad del Gobierno de Canarias, Nieves Lady Barreto, para preguntarle
por las acciones y medidas que está impulsando para frenar o aminorar las
consecuencias del cambio climático.
Tenemos
que pasar del papel a la acción porque no podemos levantar la alfombra y seguir
metiendo la basura debajo y no debemos seguir buscando más huecos para enterrar
o quemar los desechos que podríamos reciclar y convertir en riqueza o en
materias primas.
Hablamos
de economía circular que, de forma sencilla y resumida, es un sistema de
aprovechamiento y optimización de los recursos donde prima la reutilización,
reparación y reciclaje de los materiales y productos ya existentes.
Europa
lleva ya algunos años marcando el camino de transición hacia este tipo de
economía sostenible que tiene como principal axioma que los residuos se
conviertan en recursos. Precisamente, una de las causas de la desaceleración es
la subida del precio de las materias primas, por eso tenemos que centrarnos en
reutilizarlas.
La
economía circular ha llegado para quedarse y deberíamos aprovechar su interés
estratégico también en Canarias. Así reduciríamos la presión sobre el
medioambiente, al dejar de enterrar los recursos, lo que mejoraría la seguridad
del suministro de materias primas y disminuiría la dependencia de importaciones
costosas, aumentando así la competitividad, la innovación, el crecimiento y la
generación de nuevos empleos.
Es
necesario volver la vista atrás y recuperar muchos procesos que sabiamente
gestionaron nuestros abuelos y padres. No hace tantos años que aprovechábamos
los restos del medio, los agrícolas y de las cocinas para la ganadería,
cerrando el ciclo de los nutrientes.
Los
restos de vegetales de medianías se llevaban a donde había ganado por medio del
burro o el mulo, al igual que las acequias transportaban el agua. Ese flujo de
nutrientes y materias primas permitía tener limpias las medianías y las zonas
forestales, minimizando la propagación de incendios.
Debemos
apostar por implantar más sistemas y modelos óptimos de recogida selectiva
adaptados a los barrios y municipios canarios, desde el quinto contenedor
controlado hasta los tan exitosos modelos del puerta a puerta.
Por
ponerles un ejemplo: de 2003 a 2008 se incrementó en un 430 por ciento la
importación de materia orgánica compostada. Además de la subida que ya es
considerable, esto significa que todo el empleo que se generó durante el
proceso –transporte, acopio y compostaje, entre otros- se creó en otros países.
Tampoco
podemos olvidarnos, y mucho menos en Canarias, de la urgente necesidad de
cerrar el ciclo del agua. Una prioridad mayor en un archipiélago árido en el
que reutilizar cada gota tendría que ser vital. Controlar las aguas residuales,
pero sobre todo tratarlas para otros usos debería ser una obligación para
nuestro Gobierno y Cabildos.
Por no
hablar de la creciente preocupación, presión social y científica, incluso del
sector turístico preocupado por el territorio y la calidad de sus costas, que
exige cerrar el ciclo de vida de los plásticos.
Los
objetivos ya están marcados: Para el año 2025, al menos el 55 por ciento de los
desechos deberían reciclarse. Tenemos que empezar a hacer la tarea,
especialmente en Canarias que tiene un 83 por ciento de riesgo de
desertización.
El reto
es complicado y apasionante a la par. Pero tenemos que ir cerrando los ciclos
que siguen abiertos para impulsar la economía circular en cada uno de nuestros
procesos productivos. Mañana será tarde porque esa menor dependencia exterior
impulsaría nuestra economía y confirmaría nuestra inteligencia.
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