Salvador García Llanos
El paso diario por sus
exteriores, a pie o en guagua, termina deprimiendo. Es la clásica estampa del
abandono, de la desidia con algo tan serio como un exponente del patrimonio que
no se cuida ni se la presta atención.
Meses y meses así, años sin una
iniciativa rigurosa y viable que haga honor a la importancia histórica del
monumento. Tan solo unos metros más abajo, en dirección hacia el mar, se
ejecuta una remodelación de vías urbanas en busca de espacios renovados,
treinta y cinco años después del último tratamiento recibido, cuando se
consolidaba la adaptación peatonal de vías.
Y a pie o en guagua, se palpa -no sin tristeza- el deterioro
del torreón Ventoso, emplazado en el recinto de la casa del mismo apellido,
sede del antiguo colegio de los padres agustinos, pero también, con
anterioridad, del consulado de la Ciudad-Estado de Bremen, de una casa cuartel
y otra consistorial. Su construcción data del siglo XVIII. La familia Ventoso
alquila el inmueble a los White y ya en 1751 fue edificado el torreón, en
principio para avistar a los buques que operaban en el pequeño refugio
portuense. Hacia 1836 la casa amplía sus actividades y se convierte en centro
de negocios, trámites y gestiones con ciudades y territorios importantes como
La Habana, Gibraltar, Baltimore, Filadelfia, New Orleans y New York.
Historiadores y estudiosos convienen en que el torreón,
durante muchos años, es la construcción civil más alta de la isla. Al realizar
las catas alrededor de la edificación, apareció un aljibe. Una sencilla
balconada precede a la techumbre que remata el torreón.
De su recuperación se viene hablando desde hace muchísimos
años. En 1986, por ejemplo, el pleno del Ayuntamiento acordó solicitar la
incoación del expediente para la declaración de monumento histórico-artístico.
El acuerdo, aunque pudiera parecer aislado, sirve de base para otros
posteriores y para avanzar en la tramitación de actuaciones encaminadas a su
restauración. Sería un primer eslabón. En mayo de 1992, el deterioro de la
edificación era tan evidente que hasta el propio alcalde, Félix Real González,
admitía en el periódico El Día que una joya arquitectónica estaba en
peligro. Por fin, el último día del año 1994, un 31 de diciembre, se sabe que
tanto el torreón Ventoso como la ermita de San Telmo, serán restaurados tras la
aprobación de los proyectos correspondientes que fueron redactados por la
Unidad de Patrimonio Histórico del Cabildo Insular.
En enero de 1996, siendo alcalde Marcos Brito Gutiérrez,
Cabildo, Ayuntamiento y Obispado alcanzan un acuerdo para la restauración y
mejora del inmueble, proyecto dotado con 31,6 millones de pesetas y cuyas obras
fueron adjudicadas a la empresa Hermanos García Núñez para ejecutarlas en un
plazo de doce meses. Ya en el año 2000, el gobierno local hace público su
interés en adquirir la antigua Casa Ventoso. Y el primer día de agosto de ese
año el torreón reabrió sus puertas después de que el Cabildo cediera
gratuitamente el uso del inmueble al Cabildo. La reapertura, a la espera del
destino que definitivamente le fuera asignado, conllevó las visitas del público
en determinadas franjas horarias y fueron atendidas por la historiadora del
arte, Mónica Pérez Fernández quien explicaba las características de sus accesos
y estancias interiores así como los usos que históricamente había tenido.
Pero la iniciativa, por las razones que sea, no tuvo
continuidad. El torreón cerró nuevamente sus puertas. En un patio lateral,
hasta hace unos meses, operaban las unidades móviles de Protección Civil pero
el inmueble dejó de ser útil. Una lástima, porque sus valores son
indiscutibles. Habrá que aguardar a la materialización de las previsiones del
Consorcio de Rehabilitación Urbanística del Puerto de la Cruz que ya tiene
ultimada la adquisición de toda la propiedad tras una sentencia judicial que
determina, si no estamos equivocados, que el Obispado y la familia Machado se
la reparten al cincuenta por ciento. El área de Cultura del Cabildo Insular
tramita el correspondiente expediente, ahora mismo en el departamento de
Hacienda, pendiente de aclaración de inscripción de herencia en el Registro de
la Propiedad. Las esperanzas hay que situarlas en la consignación de partida
presupuestaria para encargar la redacción del proyecto específico.
Pero la escasa sensibilidad de los portuenses con su historia
y con su patrimonio ha contribuido a la estampa de abandono anteriormente
referida. Ni siquiera se ha visto aliviada con un acuerdo plenario en este
mismo mandato de creación de una comisión mixta que, supuestamente, se habría
de encargar de la planificación de las actuaciones orientadas a la recuperación
y mejora de esos valores. La labor sería ingente, no es cuestión de parches o
lavados de imagen; pero para eso hace falta voluntad política y capacidad de
gestión.
El letargo del torreón, francamente, ya
dura demasiado.
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