Salvador García Llanos
“Viajar es vivir”, dijo la periodista Carmen
Sarmiento tras recoger uno de los cuatro premios Periplo entregados en la sexta
edición de este Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras, que
se consolida con creciente expectativa de público, fortalecimiento de
organización e interés mediático.
Sarmiento condensa una idea contrastada desde
distintos ángulos experimentales humanos y profesionales. Viajar significa
conocer, avanzar, arriesgar, descubrir, gozar, inquietarse... y si encima luego
se puede plasmar o contar, las vivencias acentúan su valor. Placer, diversión,
evasión, asueto pero también sufrimiento, incertidumbre y hasta puesta en juego
de la propia vida.
Fue en una ceremonia sencilla, con la carpa del patio
del Museo Arqueológico Municipal abarrotada, en un ambiente singular: Periplo
atrae porque late el espíritu de la ciudad que ha acogido a tantos viajeros,
porque ha sido capaz de tratar la multiplicidad de las características de
manera sencilla y cercana. “Por eso -explicó Sandra Rodríguez, primera teniente
de alcalde y concejala-delegada de Cultura- queremos distinguir a las personas
que son un ejemplo a seguir y una referencia en sus respectivos ámbitos”.
Un símbolo tan nuestro, un drago, una creación
específica de la artista Patricia Delgado, se llevaron, con sentida expresión
de gratitud personal, además de Carmen Sarmiento, Rosa María Calaf, Javier
Reverte y Antonio Lozano. Su sello ha quedado patente en este festival que,
además, se permite adelantar el trigésimo aniversario del primer documento
gráfico publicado en un periódico español (Diario de Cádiz) y estrenos como el
documental titulado El Naufragio. Treinta años de silencio sumergido, dedicado
al doliente drama de la migración, ese que se ha vivido en el Mediterráneo, en
el Atlántico, y en las costas más cercanas.
Estuvo presente también Ildefonso Sena, autor de
aquella foto, la del cadáver de un joven marroquí en una playa gaditana tras el
naufragio de una barca. “Esa foto me persigue”, diría Sena, ya jubilado pero
dispuesto a testimoniar una experiencia que marcó su vida para siempre. Así lo
expresa en el documental, aún pendiente de ensamblar y de la edición
definitiva. El relato de Sena, junto al de otros profesionales y otras personas
que han vivido de cerca, entre arenas y rocas, entre instalaciones elementales
y cementerios, entre lágrimas y lamentos reducidos a un número, llega a
conmover. Como el documental en sí mismo, de crudeza palpable, de realismo
mayúsculo, introducido, comentado y participado por dos grandes del periodismo
canario, Pepe Naranjo y Nico Castellano, presentes en el estreno y a los que
sigue preocupando la falta de soluciones, el más que incierto final de este
drama de nuestro tiempo. Precisamente, la última parte del documental plantea
cómo juzgará la historia a una humanidad que no ha sabido o no ha podido
encontrar freno a este fenómeno de nuestro tiempo.
Es otro tipo de viaje, claro. Para tantos y tantos,
sin retorno. La noche de Periplo, tan llena de emociones y gratitudes, también
lo acogió, como para que apreciemos las debilidades, el desespero y las
tragedias. Una invitación a
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