Pedro A. González.
Es de sobra sabido que el
comunismo se opone a las religiones promoviendo Estados ateos, no ya
aconfesionales como es nuestro país recoge la Constitución, sino imponiendo el
laicismo, es decir, que no pueda haber ningún tipo de relación entre el Estado
y la Iglesia, principalmente la Católica, a la que ven como un enemigo, y, en
algunos casos, hasta las manifestaciones religiosas públicas, y así lo hemos
podido comprobar recientemente, no sólo a lo largo de toda la geografía
española, sino incluso también en el municipio de Puerto de la Cruz. No en
vano, Karl Marx, quien inspira a alguno de los ediles portuenses, veía la
religión como una herramienta utilizada por las clases gobernantes para
adormecer a las masas trabajadoras y, por ello, llegaba a definirla como el
“opio del pueblo”. Luego Lenin y Stalin, también seguidos por los comunistas
portuenses, impidió la reconciliación entre el comunismo y la religión y, de
hecho, el Partido Comunista destruyó iglesias, sinagogas, mezquitas, templos
budistas, así como ejecutó a líderes religiosos, e inundó las escuelas y los
medios de comunicación con enseñanzas en contra de la religión, sustituyendo el
culto a la divinidad por el culto al líder.
Por ello, y sin entrar en el horror que supuso que el comunismo en medio
siglo asesinara en sus dictaduras totalitarias a más de cien millones de
personas (China, Unión Soviética, etc), hay que recordar que, desgraciadamente,
no está desaparecido, sino que vuelve a tratar de implantarse en la sociedad
moderna utilizando a los populismos como, por ejemplo, en Cuba hace ya
demasiado tiempo, Venezuela o, la cruel y terrible dictadura de Corea del
Norte. Sus bases para convencer siguen siendo las mismas: la doctrina de la
lucha de clases, crear dos grupos opuestos en los que unos, según ellos,
oprimen y, otros, que son los oprimidos y a los que ellos van a salvar. Y esa
reiteración en la idea de la lucha de clases es la que han venido ahora a
enaltecer en España los nuevos comunistas, disfrazados en un partido político
llamado Podemos, que si bien quiso en un primer momento ocultar esa imagen
presentándose como “un partido transversal”, lo cierto es que ya no puede negar
que su propio líder se ha definido como un comunista con el puño en alto. De
esa forma, como se hiciera en Cuba o en Venezuela, aprovechándose de la buena
fe de las personas, de manera populista, se han venido introduciendo en las
instituciones con el único fin de implantar su ideología y, una vez que lo
consigan, que Dios nos coja confesados.
Y el mismo método utilizan también en nuestra ciudad. Primero
presentándose como simples vecinos por el Puerto (VxP), ocultando las siglas de
Izquierda Unida (IUC), Equo o Alternativa Nacionalista Canaria (ANC), para
presentarse como luego simples
ciudadanos del Puerto de la Cruz a través de Asamblea Ciudadana Portuense
(ACP), quien ya en 2016, una vez dentro de la Corporación Local, decide
quitarse - parcialmente, todo sea dicho - la máscara, y respaldar la
candidatura de Unidos Podemos a las elecciones de junio de dicho año. De esa
forma, lo que ya se vislumbraba con la presentación de las mismas propuestas
que Podemos anunciaba en cualquier lugar de España en nuestro municipio, se
pone en evidencia cuando, viendo la amalgama de siglas con las que siempre
tratan de confundir a la ciudadanía, para parecer más y mejores, no dejan de
ser los mismos comunistas de siempre, aquellos que Dios crió y ellos solos se
juntaron.
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