Hace pocos días, una concejal del psoe en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife dio un sonoro portazo mientras intervenía un representante (un señor capitular) del Partido Popular.
Hablaba el edil del problema grave que tenemos en Canarias con la inmigración ilegal y los delincuentes (miles) que arriban a nuestras costas. Seres humanos todos ellos. Una perogrullada. Y todos ellos merecedores de atención para salvaguardar su bienestar. Faltaría más. Pero delincuentes y gente sobrante. Ante este hecho cierto, el portazo de la socialista, así como el aplauso de periodistas y masa aborregada, no es otra cosa que el recurso a la mentira, un rasgo de estilo de esta izquierda gangrenosa que sufrimos. En el periodismo tinerfeño la mentira y la farfolla gutural hacen que un profesional del gremio pida encarecidamente a la población pensante que se quede en casa leyendo a los clásicos. Hay que empezar, clara está, por don Benito. Miau, tal cual.
Mientras paso horas trabajando en este sucio mundo del periodismo, y cediendo la palabra a profesionales y jubiletas latinoamericanizantes del oficio, no puedo dejar de advertir que el estilo de hacer política municipal es bananero. Ya lo es en el cuarto poder (jajajaja). O sea, todo en la política más cercana a la persona (si todavía queda persona libre) consiste en disimular, ocultar, fingir.
Alcaldes, que mejor estarían en la corte de Versalles, exigen silencio y hablan de transparencia, pero llevan la noche como regalo anticipado de Reyes. Otros cargan con el ego más grande que parió la democracia desde el 78. El municipalismo en manos de patanes que se atreven a decir que defienden la democracia, ahora y antes; que tienen el título universitario que acredita que son personas dotadas de espíritu, amén de vestir bien, oler bien, mentir cojonudamente bien.
¡Cuánta cultura hay en mí, que ni en 70 veces siete vidas podrían ustedes siquiera llegar a palpar!
Y no contentos con la ausencia de pensamiento crítico en los partidos políticos, en los comités locales, y tras convertir la llamada política de participación ciudadana es un esperpento y mera propaganda totalitaria que nace en bares y asociaciones vecinales, estos políticos al frente de ayuntamientos grandes y pequeños, con sus ejércitos de estómagos agradecidos pululando por calles, barrios, y una vez más los baretos reconvertidos en lugares de culto de la nueva cultura, quieren también, faltaría más, oír los aplausos del pueblo rebaño. ¡Ya es demasiado!
Escribe Javier Redondo que “los valores que sostienen la convivencia se desmoronan sin compromiso individual.”
Es una realidad en el periodismo local y en la política municipal.
El municipalismo y el periodismo local, que hoy son llevados al quirófano para extirparles de su cuerpo los tumores que se agolpan de pies a cabeza, forman parte de la correntía de pura mierda que nos ahoga.
El portazo de la socialista es el portazo a la democracia.
La aprobación de periodistas ante lo sucedido es un ejemplo más de la enajenación que habita en la profesión.
Tan moderados son ellos como esos viejos chiflados ex militares (cuatro gatos) que pedían fusilar a media España.
Igualitos.
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