José Melchor Hernández Castilla
George Graham
Toler (1850-1929), nace en Londres en 1850, de una familia acomodada. Viene a
Tenerife con 39 años (alrededor de 1889) para recuperarse de la tuberculosis.
Siguiendo el libro de Olivia Stone “Tenerife y sus Seis Satélites (1887), y la
Guía “Madeira, Las Islas Canarias (1889)” de Alfred Samler Brown, busca los
mejores lugares para recuperarse.
George
recupera su salud en la Madre del Agua (Granadilla), y luego en Altavista, a
3.270 metros, en el Teide mismo. Así, el 26 de junio de 1890, solicita
autorización para construir una casa de descanso y una cuadra para
caballerías.
El lugar de
Altavista es un refugio para investigadores y científicos, como lugar de
observación de astronomía. Así, el primero que se establece en el lugar es el
científico Charles Piazzy Smyth, en el verano de 1856. En ese tiempo, establece
un pequeño refugio que consiste en 4 compartimentos de dos metros de altura y
con muros de piedra, donde se hallan los instrumentos y las casetas de campaña.
En 1891, George Graham Toler mejora el lugar. Construye un pequeño refugio que consiste en: cimientos de mampostería, pavimento y tejado. Se construye una pequeña sala con estufa de hierro y una nave con tres habitaciones, una para damas, otra para caballeros y otra para las bestias y los guías. El techo es de mampostería y el baño está situado más alejado, a 10 metros, en una pequeña caseta.
Graham Toler
le ofrece El Refugio de Altavista al Ayuntamiento de La Orotava el 30 de mayo
de 1926, y el ayuntamiento lo acepta como como donación en sesión plenaria el 4
de junio de 1927. En 1950, se hace cargo de la instalación el Cabildo de
Tenerife, que realiza su última reforma del mismo en 2007.
George Graham
Toler, cuando recupera su salud, se instala en La Orotava, en el Hotel
Hespérides (antiguo colegio de los Jesuitas), en la Calla Cólogan. Allí, conoce
a una vecina llamada María del Carmen Monteverde y Lugo, con la cual se casa,
ella tenía 17 años y él 42 años, para lo cual tuvo que abandonar la masonería y
su religión protestante, y bautizarse en la Iglesia de la Concepción el 25 de
enero de 1892.
Graham Toler,
fue un adelantado a su tiempo, además de amante de la naturaleza, y constructor
de El Refugio de Altavista, era fotógrafo. Así, llega a realizar 94 positivos
en papel y 36 negativos en placas de cristal, que envía a Londres para que su
agente Chas D. Doar realice tarjetas postales, de las primeras tarjetas
postales con vista de Tenerife. Su trabajo de tarjetas postales es expuesto, en
1894, en la muestra anual de la Academia de Bellas Artes, consiguiendo una gran
aceptación. Su legado fotográfico se ubica actualmente en el TEA (Tenerife Espacio
de las Artes).
Entre sus
cartas a su familia en Londres, se puede recoger información sobre cómo era la
llegada a la isla de Tenerife:
"Los viajeros que llegan al puerto de Santa Cruz debían permanecer en el barco hasta ser interrogados por el oficial de salud, quién, con un asistente y un intérprete, subían a bordo para hacerles algunas preguntas y rellenar la patente de sanidad, sin la cual los viajeros no obtenían la autorización para desembarcar. Normalmente el certificado médico se trae de Inglaterra. Para facilitar el papeleo, los agentes de los hoteles ingleses se acercaban a bordo y hacían de intérpretes con las autoridades sanitarias, recogían sus equipajes, luego llevaban a sus clientes hasta el desembarcadero, y desde allí los llevaban al hotel. Sin embargo, los viajeros que bajan a tierra por su cuenta, tenían que coger uno de los botes que se habían acercado al vapor, y pagar una peseta por ser llevados hasta el desembarcadero. Si el grupo es de 5 personas sólo pagan 75 céntimos cada uno. Los niños menores de 12 años pagan la mitad. Si el desembarco se realizaba por la noche, el traslado cuesta 1,25 ptas. Por el acarreo de cada baúl o maleta cobran 50 céntimos (media peseta).
Cuando
llegamos al desembarcadero nos encontramos con una multitud de chiquillos que
se ofrecían para recoger las maletas y llevarlas a los hoteles. Aquí, la
ausencia del control de aduanas, resulta un inmenso alivio.
La mayoría de
los viajeros nos quedamos a dormir una noche en Santa Cruz, con el deseo de
trasladarnos lo antes posible al Valle de La Orotava; los enfermos para gozar
cuanto antes del benéfico clima, y los sanos para subir al Pico del Teide, si
bien algunos se contentaban con verlo desde el Valle. Santa Cruz de Tenerife
cuenta con tres inmuebles para hospedarse: el Hotel Inglés, en la calle Comenge
nº 11; la Fonda Francesa, en la plaza de La Constitución, la preferida por su
buena comida y su menor precio; y la Fonda Española, en la plaza de la
Constitución; la cual, desde 1883, como consecuencia de la instalación del
cable telegráfico Tenerife-Cádiz, pasó a denominarse Hotel Telégrafo.
El largo viaje
hasta el Valle de La Orotava, que antiguamente se hacía alquilando mulas o
caballos, desde el 4 de enero de 1854 se hace en Ómnibus, coches de diligencia
tirados por cuatro mulas o caballos que partían dos veces al día para La
Orotava. La gente de aquí les llama “Coche de Hora”, y tienen su estación
principal en la trasera de la plaza de las verduras o recova vieja, junto al
Teatro Guimerá. Sus propietarios son los hermanos Hardison, y para su servicio
han traído de Marsella un cochero galo, tres criados menores, y dos coches de
12 asientos.
El viaje es
pintoresco y no exento de riesgo. Se tarda unas seis horas en llegar a La
Orotava, pues va parando en los distintos apostaderos para que los viajeros y
el cochero repongan fuerzas, mientras los criados realizan las mudanzas de
tiro. La primera parada obligatoria se hace en La Cuesta. En la segunda, en el
Fielato de La Laguna, los viajeros tienen la oportunidad de visitar la ciudad.
La tercera parada ocurre en Tacoronte, donde se puede hace una pequeña
caminata. La cuarta y última parada es en la Fonda de Doña María, en La
Matanza, donde hay buen vino y mejor comida.
Los que por razones de escala de sus vapores estaban un solo día, regresaban desde aquí, con la satisfacción de haber visto el Teide en toda su extensión.
El interior
del “Coche de Hora” estaba reservado a las señoras, mientras que los hombres
suelen viajar en la tabla del pescante -asiento delantero junto al cochero-
apoyando los pies en la vara guardia -férreo listón en el que se sujetaban los
tirantes de las bestias-. En casos extremos, el techo del coche, además de
porta bultos, también servía de acomodo para el regazo de los viajeros.
El Ómnibus no
era el medio de transporte preferido por los viajeros extranjeros, puesto que
al ser un servicio público era mucho más incómodo y no llegaba directamente a
La Orotava, sino hasta su estación en el Ramal, desde donde tenían que esperar
a que pasara la diligencia Puerto-Orotava-Villa; por ello, para los viajeros
más exigentes y acaudalados, la empresa Camacho ha puesto en servicio unos
carruajes más pequeños, para cuatro personas" (George Graham Toler).
- Vega, Carmelo (1995). “La Isla Mirada.
Tenerife y la Fotografía (1839-1939)”. Tomo I. Los Fotógrafos en el estudio.
Centro de Fotografía Isla de Tenerife, Organismo Autónomo de Museos y Centros,
Cabildo Insular de Tenerife.
- Ledesma Alonso, José Manuel
(21/09/2019). “George Graham Toler, autor de las primeras tarjetas postales de
Tenerife”. EL DIA. La Opinion de Tenerife.
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