Evaristo
Fuentes Melián
EL miércoles 6 de mayo (Barça-Bayern) Messi
volvió a recordarnos que es el mejor de todos los tiempos, sin duda alguna.
Tenemos que remontarnos a Di Stefano, era el más completo, con autoridad y
mandando alante y atrás. A Di Stefano lo
vi, lo visioné, en el entonces vetusto estadio Heliodoro, campeonato de Liga de
Primera, 1961-1962, el jueves festivo 12 de octubre de 1961: TENERIFE 0-- REAL
MADRID 3. Los blancos del Real Madrid,
en Santa Cruz en aquella ocasión de 1961, Día de la Hispanidad y de ‘La Raza’,
vistieron los colores morados de Castilla, para no coincidir con la camisola
blanca del Tete, y eran recientes pentacampeones de Europa.
Pero
no hay ni hubo nunca uno como Messi, que haga tantas virguerías y en el momento
más inesperado y en casi todos los partidos, marque con la misma jugada
repetida, ya en tantas temporadas seguidas.
El
primer gol de Messi fue milimétrico, colocó la bola entre los treinta
centímetros que los dedos del portero del Bayern no pudieron alcanzar en su
estirada, entre él y su poste izquierdo. Y el segundo gol de Messi fue una
vaselina prodigiosa, que dejó rebasado, atontado, al considerado hoy en día el
mejor portero del mundo.
¡Messi
es como el Dios del Futbol!
ESPECTADOR
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