Evaristo Fuentes
Melián
Hace poco
echaron la película ‘Viridiana’ (Buñuel, 1961) en La 2 de TVE. Y a la semana siguiente
en la misma cadena-- cada noche a las 9,
hora canaria— programaron varias películas imprescindibles del cine
español de aquellos tiempos. Hubo coloquio después de la proyección
de ‘Viridiana’. Solo hemos obtenido un
premio, este, a la mejor película en el Festival de Cannes. De eso hace ya 54 años…
Luego, en 1983, Cannes premió a los actores Rabal y Landa por ‘Los santos
inocentes’. Y nada más. Otros filmes españoles,
verbigracia alguno de Almodóvar, han sido propuestos en Cannes, pero no
han pasado la selección inicial. Esto me
reafirma en mi opinión sobre la poco brillante cronología de la historia del
cine español. Y ahora, en la dirección de la Academia de Cine, tenemos un
Antonio Resines que como actor no merece
más nota que un aprobado raspado…
En el tema
de paisajes fantásticamente bellos me llega un reportaje fotográfico del Pico
Viejo y zona teideana, cuyo autor es un amigo portuense de adopción, caminero y
andante (según Machado, copiado en una canción de Serrat, se hace camino al
andar…). Es una maravilla este reportaje visual, con la aridez de las rocas
volcánicas y la exuberancia de la flora silvestre en las alturas tinerfeñas.
Impresionante.
Mientras
tanto (en el ínterin, que dirían los escribientes cursis), aquí abajo, en las
hondonadas de nuestros valles ubérrimos o de secano, el tedio abotarga al vulgo
de los mortales, donde triunfa la bajeza moral y física, sentimental y
rutinaria, peleándonos en plena campaña por siglas electoralistas
mayoritariamente insulsas, que no me dicen nada, y por el ‘madrid’ y el
‘barça’, ambos con minúsculas, si los comparamos con la grandeza natural y
límpida del Padre Teide.
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