Esa terrible obsesión de preguntarme ¿Cuantos años tengo? Si
a mí no me interesa la cantidad de años que fui cargando en mi mochila y la
sigo cargando sin doblarme; ¿a qué esa insistencia de preguntarme la edad?
Desde que tengo uso de razón esa pregunta flamea como una bandera sobre mi
estatura. Pero ya que están tan interesados/as les contaré.... Que tengo los
años de haber vivido una intensa niñez, feliz hasta hacerme doler el corazón de
felicidad. Tengo la edad de haber vivido en un hogar como no conocí jamás,
donde la palabra respeto fue como referente y nombre de la calle de mi pueblo.
Tengo la edad en que mis mejores amigas fueron mi madre y mi hermana. La edad
en que esperé por años a los Reyes magos, dejándoles pastito verde y tierno y
asombrarme al ver que se habían tomado el agua que les había dejado porque sus
camellos eran muy sedientos. Tengo la edad en que cursé la escuela primaria con
notas excelentes, acaricié el piano durante cuatro años en una academia. La
cultural británica me tuvo como asistente durante cinco, colgué con orgullo mi
título de profesora de corte y confección y tuve alumnas y diseñé ropa para
gente importante luego que me casé... La edad en que me arriesgué a pintar
cielos, picos nevados, soles y trigales. La edad en que conocí a un DIOS que
jamás me abandonó y su presencia me acompaña hasta hoy. La edad en que las
mariposas despertaron en mi la ilusión de un día sobrevolar la vida como ellas
sobre las flores. La edad en se jugaba con muñecas y se las cuidaba como hijas
queridas. La edad de la inocencia en que hablar de "sexo" era
prohibido y tema tabú en mi casa, y que cuando me hice mujer casi siendo una
niña no sabía cómo decírselo a mi mamá, por temor a que me retara y cuando se
lo dije, me contestó: le vas a comunicar a la maestra que no fuiste hoy al
colegio porque "estabas indispuesta", y cuando se lo dije fue en
secreto porque para mí la palabra "indispuesta" se refería a
"eso". La edad en que un día cuando cursaba 4º grado cuando abrí el
cuaderno de los deberes en casa, encontré una "cartita de amor" que
decía ¿Quieres ser mi novia? El que la escribió vivía en la esquina de mi casa,
pero era tan tímido que ni siquiera me rozaba con la mirada. Tengo la edad en
que a los 25 años vestí el traje de novia soñado, con el duende soñado, el
marido soñado, el compañero de los tiempos buenos y malos hasta hoy. Tengo la
edad que, a pesar de tres veces esperar a la cigüeña, esta se arrepintió y tomó
otra ruta sobrevolando otros aires, porque DIOS tenía reservado la bendición
mayor y nuestro hijo nació en mi corazón. Tengo la edad en que los sueños se
realizan y uno de los tantos que tenía se cumplió el año pasado, al publicar
dos libros. Tengo la edad en que al presentarme para hacer un trámite me
preguntan cuántos años tengo, y al responderle me miran como diciendo… ¿Es verdad?
¡No lo parece!
O cuando la dueña del SPA me hizo la ficha para comenzar un
tratamiento y me tomó las medidas, no me quiso creer la edad que tenía, ¡No te
puedo creer! ¡Con esta piel, este cuerpo, esa luz que irradias... (opinión de
ella) ¡Gracias amiga! Sé que no era de compromiso. Entonces yo digo ¿para qué
me preguntan la edad? Primero porque no me creen, 2º porque no lo aparento Y 3º
porque cronológicamente lo asumo. Tengo la edad que descubrí que podía aprender
a trovar y la trova me concedió oportunidades y alegrías de conocer a amigos
que talvez no hubiese conocido antes y ganar premios internacionales. 2
Corintios 4:16 - Reina Valera La Biblia habla por mí: "Por tanto, no
desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el
interior no obstante se renueva de día en día." Y por último tengo la edad
en que amanecer en un día nublado y lloviznoso, que para muchos es como un
anticipo de la muerte, para mí es un paraíso... Que, aunque no haya sol, siento
que mi alma se entibia al leer, escribir un poema, escuchar una melodía. Porque
me miro al espejo y noto que aún conservo el brillo en la mirada, porque puedo
hacer resaltar mis labios con rouge y decirme ¡Vamos todavía!
Tengo la edad que me encanta que me digan "abuelita” y
no tía, correr a la par de ellos, jugar a las escondidas, no me encuentren y
salirles con “la piedra libre”.
La edad en que tengo la capacidad de asombrarme cuando
encuentro una piedra de color, debajo de las aguas cristalinas de un río... Que
persigo a las hormigas siguiendo el camino que las llevan a guardar su alimento
para el invierno... Ya dejen de preguntarme por favor ¡Cuantos años tengo! Pues
tengo los años que viví, que me faltan por vivir y según los cálculos de mi
corazón y mente "SON MUCHOS".
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