Javier Lima Estévez. Graduado
en Historia por la ULL
La recordada revista
Hespérides dedicó su ejemplar de octubre de 1926 a destacar las características
y la evolución de Los Realejos a través de diferentes manifestaciones. Se trata
de una publicación disponible actualmente en el portal Jable de la ULPGC.
Su primer artículo, firmado
por el recordado periodista Leoncio Rodríguez, expone algunos detalles
relacionados con la evolución histórica del lugar, ofreciendo toda una serie de
impresiones en torno a un pueblo en el que se oyó «pregonar tres veces, al
enviado de España que enarbolaba el estandarte real; Tenerife por los católicos
reyes de Castilla y León». No duda su autor en señalar la presencia de una
puerta pintada de color verde, «en la cual se leen las iniciales de los nombres
de Los Realejos», brindando interesantes datos en torno a las edificaciones y
los espacios más significativos. Del Realejo Alto, destaca la impresionante e
histórica iglesia parroquial de Santiago Apóstol, señalando las características
de uno de sus hijos más ilustres: José de Viera y Clavijo (1731-1813). Resalta
la belleza de calles «anchas y urbanizadas», anotando la importancia en el
lugar de la industria del calado que, lamentablemente, se encontraba en
aquellos momentos ante múltiples problemas y obstáculos para su desarrollo. Por
su parte, otro autor, exhibe algunos datos informativos en torno a la evolución
histórica, económica y cultural del Realejo Alto, señalando la presencia de
seis escuelas y el papel tan significativo desarrollado por su alcalde, Agustín
Rodríguez de la Sierra, incidiendo en su disposición como buen administrador.
Era tal la confianza del pueblo a su mandatario que se llegaría a abrir una
suscripción popular «para regalarle un magnífico bastón de mando que perpetúe
su agradecimiento». R. Siverio, ofrece una interesante visión en la que
recuerda las características del mar, la montaña y el lugar de La Corona.
Nijota, ofrece su particular análisis del pueblo, destacando la belleza de un
paisaje natural que aún en la década final de los años veinte presentaba una
imagen caracteriza por el verdor. Eduardo Westerdahl, desgrana toda una serie
de características sobre el pueblo. Pedro Rodríguez Siverio, matiza la
presencia nuevamente de José de Viera y Clavijo como uno de los hijos más
ilustres del lugar. Otro artículo anota las características del desaparecido
Convento de San Agustín y su evolución histórica. Resulta de notable interés la
entrevista al alcalde del Realejo-Bajo, Manuel Chaves Estrada, ofreciendo el
mandatario explicaciones sobre las obras y las carencias presentes en aquellos
años. Un artículo firmado por Javier nos sitúa ante una bella descripción de un
hermoso rincón realejero conocido como La Parra, terminando por anunciar que
sus letras no logran describir un «compendio de suprema belleza».
Asimismo, un artículo recoge
la labor educativa de la Compañía Singer en Los Realejos. Rimas e imágenes se
suceden sobre el pueblo, marcando el número extraordinario de una revista que
ofrece un interesante artículo de Ismael Domínguez, analizando la trayectoria e
idiosincracia de los dos Realejos y la posibilidad de constituirse en una sola
entidad.
No podía faltar un análisis
de los marineros que, cada año, coincidiendo con la Octava del Carmen, se
desplazan desde el Puerto de la Cruz hasta Los Realejos, describiendo su
autora, Emilia Mesa, un acontecimiento histórico en el que «durante todo el
trayecto que recorre la procesión, las aclamaciones y los vivas a la Virgen se
suceden sin interrupción». La revista se cierra reseñando el gran trabajo
realizado por grandes personalidades en pro de Los Realejos, subrayando la
labor de Pedro Toste y Manuel Espinosa Chaves.
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