"Rajoy sabe que su fecha de caducidad está próxima,
pero pelea por aplazarla...", escribe Zarzalejos en El Confidencial. Y
habla, ya lo saben ustedes muy bien, del ganador de las pasadas elecciones
celebradas el pasado 26-J. Y no se trata de un ganador menguante, pienso yo.
¿Menguante Rajoy? Para nada. En el espantoso supuesto de que tengamos que
volver a las urnas, el PP de Brey obtendrá la mayoría absoluta o se quedará muy
próximo a ella. Ganó con solvencia. Y no ganó el PP. Ganó Rajoy a pesar de todas
las calamidades que arrastra. Y mientras tanto, los contrincantes, los
enemigos, perdieron y fueron humillados en directo. El Gran Hermano lo ve todo,
porque todos llevamos nuestras cámaras a cuesta para que no se pierda por la
cloaca de la memoria selectiva lo que en realidad es, y no lo que usted o yo
desearíamos que así fuera. Pero a Rajoy hay que ponerle fecha de caducidad,
insiste Zarzalejos. Todos los políticos caducan, y los mediocres también nos
contaminan. La maldita finitud del ser. Pero nunca a Sánchez, que más que un
secretario general del socialismo marchito, recuerda a los personajes de terror
gótico del maestro Allan Poe. No a Rivera, que ya empalaga con tanto centrismo
dispuesto a hablar para que otros se entiendan, porque él es un angelito de la
guarda que anhela el bien común y blablablá. Lo pintó William-Adolphe
Bouguereau, sin duda. Y más que a Gary Grant, Rajoy Brey tiene un aire a Jack
Palance en "Cowboys de ciudad", papel por el que recibió un merecido
óscar al mejor actor de reparto.
Y en el editorial de hoy de El País leemos: "En cuanto
al PSOE, reiteramos que sus diputados deberían abstenerse en la votación de
investidura, si la prioridad absoluta es la de facilitar la gobernabilidad. El
PSOE no puede ser el partido del no ni el partido del bloqueo, que es la imagen
que está dando hoy. Encerrarse en el voto negativo, como hace Sánchez, no le
salvará de las contradicciones en que le sitúa su posición. El líder socialista
reconoce que carece de alternativa a Rajoy y quiere pasar a la oposición, pero
al mismo tiempo se niega a permitir que haya un Gobierno, lo que le conduce a
un callejón sin salida: ni puede gobernar ni deja gobernar."
Así están las cosas en la política española. Todo muy
revuelto. Hasta en Zarzuela, antaño coto de caza privado y remanso de paz de la
corona democrática, y hoy, por culpa del "¿qué parte del no es la que no
entiende?" también yace cariacontecida, mustia.
Mimbres faltan para tener un Francis Underwood. Aunque la
serie británica de 1990 es magnífica. Pero aquí debemos conformarnos con Rajoy
Brey, Pedro Sánchez, Albert Rivera y el otro, el de la coletita, el que iba a
cambiar el mundo, pero a día de hoy pinta muy poco. ¡Nada!
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