El
pleno del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, según promueve su
alcalde-presidente, concederá honores al
Centro de Iniciativas y Turismo (CIT) de la localidad, al cumplirse durante el
presente año medio siglo de existencia. A la espera de la determinación
corporativa, la entidad verá así reconocida su implicación en el desarrollo del
sector turístico y de la ciudad.
La trayectoria del CIT portuense, iniciada
en 1964, se caracteriza, con sus altibajos, por un espíritu de superación. Cada
presidente, cada junta directiva, imprimieron su sello, conscientes de que el
papel a interpretar dependía de la capacidad emprendedora y había que definirlo
hasta labrar la experiencia adecuada para aportar, de manera activa y
constante, lo que va implícito en su carta fundacional: fomentar los valores de
la ciudad para potenciarla como destino turístico.
Quizás el mayor mérito del CIT,
históricamente, ha sido superar el inmovilismo. Claro que corría ese riesgo,
especialmente en las etapas que parecía depender de las ayudas que recibiera
del Ayuntamiento. Las tentaciones acomodaticias, por otro lado, también
provenían desde dentro: empresarios o profesionales poco comprometidos o
identificados, con altas dosis de desapego hacia una obra común. Creyeron que
podían descansar en terceros la responsabilidad de identificarse y así se
desentendieron, creyendo que la etapa de bonanza se eternizaría. Hicieron
sordina a la aparición de destinos emergentes que iban a competir y se
encerraron en sí mismos, en sus propios establecimientos, como si lo que
ocurría en el exterior no fuera con ellos y como si esos terceros, incluida la
administración, ya resolverán.
El CIT, nacido en pleno franquismo en
medio de algunas pugnas políticas de familias, superaría, más de una década
después, la incertidumbre inicial derivada de los ayuntamientos democráticos.
Creían algunos de sus directivos y componentes que se iban a ocupar poco del
turismo o que no tendrían sensibilidad suficiente con el sector económico
productivo más importante y con la que hemos llamado indeclinable vocación
turística del municipio. El tiempo y los hechos demostraron lo contrario: hubo
entendimiento y cooperación, de modo que la entidad siguió su curso y
desarrolló sus actividades, con desigual éxito, si se quiere, pero en un marco
de respeto institucional muy apreciable.
Sufrió también el CIT algún duro golpe
como fue aquel incendio que devastó la que era su sede en la plaza de la
Iglesia, anterior oficina de información turística. También remontó el período
posterior hasta consolidar el actual emplazamiento de la calle Puerto Viejo.
El CIT cumple medio siglo. Es una de las
pocas entidades locales que ha logrado sobrevivir. Y eso ya es meritorio. Por
su contribución al sector y a la ciudad, por esa cantidad de afanes acumulada
durante cincuenta años, por el empeño puesto por quienes han sido sus
dirigentes y empleados, claro que se ha hecho acreedor de esa distinción que
aprobará el Ayuntamiento.
Una distinción que ha de servir, sobre
todo, como estímulo para esmerarse en la consecución de los objetivos que
siguen latentes.
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