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lunes, 20 de enero de 2014

HABLEMOS DE FISCALIDAD - IMPREGNADOS

Lorenzo Soriano

Hemos llegado a un punto en que la fiscalidad  impregna la forma de vida que nos hemos dado. Hasta el punto en que relegándonos a las indefensiones más perversas, los fines justifican todos los medios empleados para la confiscatoria fiscalidad que nos aplican. Esto es así, en mi opinión, porque se han trastocado las prioridades y por haber elegido de entre dos modos de actuar, el de peor resultado. Tratare de exponerlo en claro.  Cierto es que  la situación en la que dejo este país el anterior equipo de gobierno, ha sido desastrosa y lamentable.

Quiero aclarar que creo que lo peor no fue lo que hicieron sino lo que dejaron de hacer. El resultado nefasto, coge a los ansiosos por disfrutar de un poder que les cayó en las manos, a pesar de ellos, con el paso cambiado, sin nada que privatizar, ni construcción para refugiarse, ni nada a lo que echar mano, rápido y con resultados positivos. Con unos gastos de cinco mil millones de euros semanales, con más de seis millones de parados reales, unos ingresos fiscales en caída libre, y una deuda billonaria impagable a todas luces, las expectativas son realmente horrorosas. Entonces se plantean ante un modelo insostenible que obliga a un sistema absolutamente inviable, dos caminos o modos de actuación. 

En un lado estaba adelgazar la administración, suspender todas  las subvenciones, terminar con el empleo no productivo, gastos oficiales, representativos, megasueldos, asesores, empresa públicas, cargos duplicados, gastos autonómicos desorbitados, las diputaciones, las administraciones locales, el gasto europeo, el Senado…..etc. y todo lo que se estableció sin sentido y de una manera absurda sobre todo en muchas comunidades autónomas. Supondría un millón de empleos más perdidos, aunque improductivos, y unas algarabías callejeras importantes. Pero se sanearía la administración y se reducirían los gastos corrientes en enorme medida.   Además de que estos tendrían cobertura social de ayuda y desempleo.   

Del otro lado, la actuación seria en hacer recaer el coste de la crisis y el peso de la recaudación sobre la economía productiva. Esto conllevaría el cierre de miles de empresas, destrucción de tejido social, industria, comercial y productivo, un aumento del paro aproximadamente igual al anterior, pero poca revuelta social, y confiando en que los valientes empresarios, autónomos y profesionales pudieran soportar mejor los embates de la recaudación trabajando más y obteniendo peores resultados después de impuestos. Además estos últimos no tienen derechos realmente y es un colectivo más fácil de controlar por ser más vulnerable al tener propiedades, talleres, fábricas o comercios fácilmente embargables. La recaudación bajaría, pero subiendo los impuestos se podrían equilibrar, creían. Dejarían pues que los empresarios y profesionales del país le resolvieran el problema al gobierno y ellos seguirían dándose palmaditas  a la espalda.

No se necesita aclarar, supongo, que escogieron esta segunda opción. Como quiera que la crisis está durando más que sus perspectivas más pesimistas y la recuperación ni esta ni se la espera, miéntannos o no, esto se les ha hundido has la sima abisal. Y ahora no saben qué hacer. Después de que succionan hasta el 70% de lo que los que aun pueden generar algo productivo, limitando la capacidad de gasto, llegan incluso a poner precios a los bienes y servicios. Ya que las partidas más importantes de costos y casi todas en general, son las que incluyen fiscalidad impositiva obligatoria de una u otra manera, llámenle  tasas, cuotas, cotizaciones o licencias, gastos legales, profesionales, u otros requisitos obligatorios para abrir, cerrar o traspasar propiedades, empresas, sucesiones, transmisiones y decenas con las que no les aburro, hasta impresos, multas, sanciones  y conexiones. Y no estamos hablando ni añadiendo  consumos imprescindibles y altamente fiscalizados, como combustibles, energías, viajes, peajes y mil más que me dejo. As pues, es imposible fijar un precio que los ciudadanos de este país pueda aceptar, a la unidad vendida, sea la que sea, con esta cambiante fiscalidad siempre en aumento, que absorbe anulando desde la competitividad y el esfuerzo exportador, hasta la extenuación de los pequeños y medianos empresarios.  Lo impregna todo, lo absorbe todo este estado opresor tipo Soviet  de malhadado recuerdo. Lo peor es que la oposición avisa que si gobierna subirán los impuestos. Así que prepárense para ser Corea del Norte o a rebelarse, que no es una mala opción.                 


A reflexionar.

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