Salvador García Llanos
Concluyen
algunos asistentes que algo se mueve en el Puerto cuando se registra una
nutrida asistencia y ésta rezuma sensibilidad. Del pasotismo al ánimo
participativo y al ambiente reivindicativo. En las redes sociales, es verdad,
volvió a quedar reflejado. Quizá haya sido otro paso más para salir de los
efectos de la anestesia, de esa extraña esclerosis que parece tener maniatada a
la sociedad portuense. Ojalá sea, en efecto, otro síntoma de mostrar una actitud
más positiva, más identificada con las cosas y los hechos del lugar, con su
patrimonio, en definitiva, al que habrán contribuido de alguna manera.
Cuentan esos
asistentes que bordearon el entusiasmo con las palabras del responsable del
Departamento Pedagógico de la Fundación César Manrique, Alfredo Díaz, quien
llenó días pasados la sala ‘Timanfaya’ para hablar de la obra y del legado del
genio lanzaroteño que dejó en el Puerto de la Cruz un sello indeleble. Su obra
no se está cuidando como se debiera: la falta de mantenimiento se está notando.
Hay que frenar esa pérdida porque, lastimosamente, se refleja, es muy visible.
César no nos perdonaría, desde luego, que la desidia inspirase el descuido y la
carencia de un seguimiento para un adecuado y cuidado uso de todas las
creaciones que podemos disfrutar.
Acaso la mejor
prueba es la revelación hecha por el propio Díaz: había remitido al alcalde una
carta en la que expresa la necesidad de adoptar urgentemente medidas de
conservación de la obra manriqueña y aún no ha obtenido respuesta.
El repaso es
bien sencillo: en San Telmo, hay elementos como pavimento, bancos e isletas en
zonas de baño que se identifican claramente con el estilo de Manrique. En Playa
Jardín debió advertir niveles de deterioro alarmantes “pues la situación es de
juzgado de guardia”. Cuestionó la privatización del complejo turístico “Costa
Martiánez”, la obra cumbre de César, donde el desgaste y la desatención afectan
visiblemente al conjunto escultórico y monumental.
En fin,
después de hablar de la figura de Manrique en términos de modernidad y de la
falta de receptividad de las administraciones, se lamentó de esta deficiente
conservación de su legado. “Salvar el patrimonio de todos es una labor
colectiva”, afirmó en un mensaje directo. Es evidente que si no hay una
respuesta activa y comprometida, más allá incluso de la que puedan promover las
administraciones, el patrimonio -como ya ha ocurrido con alguna obra- se
perderá definitivamente.
Por lo tanto,
hay que aplicarse en esa tarea común. Sectores de la ciudadanía portuense creen
que hay alternativas en grandes dotaciones o infraestructuras vinculadas al
mar. Es respetable esa apreciación pero deben tener en cuenta que es
imprescindible cuidar y atender debidamente lo que ya se tiene, lo que ha
configurado la personalidad y el devenir socieconómico del municipio durante
las últimas décadas.
Una vez más,
han tenido que venir de fuera para recordárnoslo. Y menos mal que, con actos
como ese y movilizaciones modestas pero significativas, algo se mueve en el
Puerto. O eso parece.
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