Salvador García Llanos
Nos gustaría escribir una
entrada amable. Los habituales seguidores saben que los fines de semana nos
ceñimos al ámbito local y por aquello de ser la última del año en curso,
debería estar impregnada de cosas y hechos que inspiren un texto ameno,
desenfadado, lleno de positivismo y espíritu gratificante.
No va a ser fácil porque
los presupuestos del Ayuntamiento aprobados en vísperas navideñas contienen
medidas poco favorables para la educación, la cultura, la historia y la
participación social. Ya lo hemos comentado: que desaparezcan la Universidad
Popular Municipal ‘Francisco Afonso’, la Escuela Municipal de Música o el Museo
Arqueológico Municipal es una mala noticia. De ahí que esta navidades hayan
resultado tristes, tristísimas, no solo para los empleados que perderán sus
puestos de trabajo sino para la comunidad portuense, en general, que se va a
ver privada de centros con los que ha venido conviviendo durante las últimas
décadas. Echarán la culpa a la crisis, claro; pero la historia recogerá una
decisión, cuando menos, controvertida, pero muy lesiva para una sociedad que,
dicho sea nuevamente, parece anestesiada, alieanada, y que ahora se queda sin
núcleos donde formarse, donde dar oportunidades a gentes de toda condición y de
todas las edades, donde fraguar valores de participación y cohesión social.
Mal, muy mal que ni siquiera se haya salvado los muebles. ¿Qué será de la
sociedad portuense de mañana?
Y se formula la pregunta,
qué paradoja, al cabo de un año que, si repasamos, nos dejó alguna prueba
estimulante como la actividad en redes sociales de muchos ciudadanos, grupos y
movimientos que expresaron sus inquietudes por el estado del municipio, la
proyección turística de la ciudad y causas nobles que impulsaron el quehacer y
hasta la propia identificación con algunas iniciativas. Los portuenses no son
muy dados al activismo social y no sabemos si por la comodidad o la facilidad
que representan el uso de las redes, lo cierto es que, en algunos asuntos, se
han movido con ganas de mejorar, de acabar con el abandono, de subrayar la
necesidad del mantenimiento… Gracias a eso, ha sido posible comprobar que
muchas estampas de desidia o indigencia han desaparecido.
Los portuenses, a lo
largo del año que declina, se han movido por Mueca, afortunadamente ilesa en el
naufragio sociocultural del municipio; y por las Fiestas de Julio, en las que
se han integrado, en las que han perseverado en su mejor organización y en las
que, salvo excepciones, han guardado un comportamiento cívico ejemplar después
de aquellas ediciones incontroladas. También lo han hecho por la cabalgata de
los Reyes Magos que ha recuperado el pulso brillante que nunca debió perder
desde que aquel Colectivo de Amigos se empeñara en que la ciudad fuese esa
noche centro de atención de nativos y visitantes, chicos y grandes.
Otra causa: el muro de
San Telmo. Algunos están empeñados en derribarlo, les da igual los valores que
tenga, demostrables o no. Pero que sepan que el pueblo se resiste, el mismo
pueblo al que no parece mal una remodelación del paseo, aunque no resulte
prioritaria. Hemos visto a ciudadanos preocupados, que aportaron sus firmas de
protesta, que rubricaron alegaciones. Muchos de ellos se manifestaron
públicamente, un hecho que no es habitual en nuestra ciudad. Y en ese día
coleccionaron testimonios de adhesión de extranjeros a los que gusta la
fisonomía de ese paseo. Es una lucha desigual, mas reconforta contrastar que
hay gente sensible con el patrimonio y que ha realizado una protesta cívica,
respetuosa, constante y ordenada. Como no estamos acostumbrados y como
contrapunto a las actitudes de pasotismo, indolencia o indiferencia, debemos
destacarlo.
Más compromiso y más
activismo debieron demostrar, por cierto, con la apertura de la nueva
biblioteca municipal que, definitivamente, ha entrado en el buen camino, con
gestiones y convenios interinstitucionales que desbloqueaban las trabas. Nos
consta que se apremian los últimos toques. Y que la concejala responsable
prefiere asegurar que todo esté a punto antes de una inauguración precipitada.
Nada que objetar a su celo pues ha informado puntual y directamente a quienes
han mostrado mayor preocupación sobre el particular. Las reivindicaciones de los
jóvenes y de los ciudadanos que se sumaron han servido y dentro de nada el
espacio acristalado de la calle Puerto Viejo entrará por fin en funcionamiento.
Ha costado, vaya que sí. Nunca es tarde, habrá que recurrir…
Pero dijimos que
aspirábamos a una entrada amable y hay dos hechos en los que reparar. Primero,
los avances del Consorcio de Rehabilitación Turística, empeñado en mejorar el
destino, hacerlo más competitivo y proyectarlo en el exterior adecuadamente.
Queda por ver cómo y cuándo se plasman algunas de las actuaciones programadas.
Pero, sobre todo, es importante destacar que el Consorcio -ya saben, el último
tren a la revitalización- esté logrando cambiar la mentalidad y la
identificación de la iniciativa privada. Le queda estimular el papel de la
administración local que, en algunos casos, no parece muy dispuesta a respaldar
y potenciar las actuaciones.
Segundo, que se haya
desconvocado el paro en el servicio de recogida domiciliaria de basuras y
limpieza viaria, previsto para los primeros días del nuevo año, es una buena
noticia. Cierto que ha tenido un coste elevado: más destrucción de empleo.
Pensar que cuando la concesión se insistía una y otra vez que los puestos de
trabajo estaban garantizados…
Pero no amarguemos el
comentario. Confiemos, en todo caso, que los hechos positivos sean preludio de
un año pródigo en avances sociales.
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