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sábado, 8 de octubre de 2016

UN PROBLEMA PORTUENSE

Javier Lima Estévez. Graduado en Historia por la ULL


La gran labor del cronista y político portuense José Agustín Álvarez Rixo (1796-1883) se observa con detalle en sus múltiples obras y artículos. En ese sentido, Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava. 1701-1872, con introducción de María Teresa Noreña Salto, nos sitúa y aproxima a la evolución de la ciudad a través de diversos aspectos a lo largo de dos siglos. Toda una serie de detalles aparecen en tal aporte, pero en el presente artículo destacamos un hecho ocurrido en 1859. Según nos cuenta Álvarez Rixo, durante el mes de junio de tal año, se procedió a efectuar el cambio de número de todas las casas que habían sido enumeradas desde 1822. Un aspecto que, a priori, no tendría ningún interés. Sin embargo, Álvarez Rixo anota los inconvenientes, las dudas y los altercados que se podrían originar a partir de tal cambio en la vida diaria de la ciudad turística. Por ejemplo, apunta que ocurriendo en la casa número 8 de la calle Cupido un contrabando o un asesinato; tras el cambio de numeración la vivienda pasaría a ocupar el número 15 o 20. Una nueva circunstancia que podría iniciar dudas o generar inquietudes entre los vecinos. Para aclarar tal aspecto, incluye una amplia explicación del nuevo método de ordenación. De esa forma, registra que la numeración antigua se iniciaba de una acera desde abajo hasta arriba siguiendo un orden desde el 1 en adelante. Al llegar al final de la acera se daba la vuelta a la otra acera para seguir con la numeración. “La calle de Las Cabezas empezaba su numeración en la plaza del Charco por las bodegas de Blanco, que hoy son de Tolosa, y seguía de una en otra, de manera que la casa de don Luis Lavaggi que hace esquina a la de Cupido era ya número 6”. Continuaba la numeración por encima de los herederos de Pablo Viña, al ser número 7, siguiendo tal orden sucesivamente hasta el final de la calle de Las Cabezas, justo en la misma salida del pueblo. Desde allí continuaba de nuevo por la otra acera del poniente, siendo una referencia la casa que durante muchos años sirvió de cuartel, ocupando el número 87. Por su parte, la vivienda del Presbítero Narciso de Chaves ocupaba la número 88; otra antigua casa terrera que prácticamente era una huerta contaba con el número 89 y los tres pisos que poseía Vicente Ortiz representaban el número 90. A juicio de Álvarez Rixo y pese a los inconvenientes que pudiera ocasionar, era necesario proceder a efectuar una rectificación en el antiguo ordenamiento de las viviendas. Una necesidad que aumentó a partir del trágico aluvión de 1826, pues desde entonces hasta 1859 se derribaron más de 200 estructuras entre “casas, bodegas y graneros, para hacerlos huertas, después que hay agua para su riego y han menguado los inquilinos”. El Ayuntamiento se comprometió a cambiar los rótulos por un coste igual al de 1822, respetando las mismas características.


Nos encontramos, pues, ante un curioso apunte del cronista portuense con la finalidad de explicar un aspecto de los cambios desarrollados en el contexto de la vida diaria de su ciudad natal en el siglo XIX. 
 


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