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sábado, 8 de octubre de 2016

POLÍTICA UNA TRAGEDIA ACTUAL

Odalys Padrón

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Política, una tragedia actual. Explicar un acontecimiento implica asumir una posición, y el asumir una posición lleva implícito subjetividad. Es imposible descartarla a la hora de interpretar, pero debemos intentar que al menos haya objetividad factual. Ante una situación, debemos ser capaces de ver diferentes puntos de vista y analizar la mayor cantidad posible de lados. Todo ello siendo conscientes y conocedores que la historia no la escriben los derrotados ni los menesterosos, la escriben individuos próximos al poder que distorsionarán la perspectiva. La actualidad política y cómo los interlocutores, los voceros, los manipuladores y algunos protagonistas la han contado es una constatación de la reflexión anterior.

Tanto si hablamos del PSOE como de cualquier otro partido, en mayor o menor media, se asemejan a la tragedia romana, descrita por el genial William Shakespeare, Julio César. Nos han hecho regresar a una época, que creíamos superada, donde existe una clara contraposición entre “pueblo” y “los de arriba”, que también se refleja y trasciende a los “militantes” y “cargos orgánicos”. Hablamos de persuasión, de rivalidades, de verdades a medias, de mentiras y en definitiva de tergiversación. Shakespeare, a través de su obra Julio César, nos muestra los personajes como prototipos del drama de la política actual.

El ser humano es complejo y esas actitudes, diseccionadas por Shakespeare con precisión de cirujano, las encontramos superpuestas y con diferentes grados de implicación. En las diferentes organizaciones políticas vislumbramos hombres en decadencia que se dejan ganar por la vanidad conservando rasgos de su antigua lucidez para diagnosticar las debilidades de sus enemigos, resentidos, acomplejados que odian la grandeza al compararla con su pequeñez, demagogos dispuestos a aprovechar la ocasión que se les presente en su propio beneficio y hombres honorables, demócratas para los que la libertad del pueblo es su objetivo.

Vivimos en una sociedad que promueve mentir y no cumplir con las promesas ni los contratos. Es triste y lamentable ver como se premia a los que no cumplen su palabra. Se está imponiendo la creencia general de que la palabra no vale nada. La palabra dada debería constituir nuestra principal tarjeta de presentación, debería definir nuestra identidad, así como nuestra credibilidad. En una organización los valores son el marco del comportamiento que deben tener sus integrantes pero actualmente atravesamos por una crisis no sólo económica sino de valores. Es un hecho tan destacable y preocupante que hasta el Foro Económico Mundial de Davos, en su 42ª edición, trató en el primer punto de la agenda el tema de los valores y principios éticos. Sugirieron la creación de un marco de valores a raíz de una encuesta realizada a más de 130 mil personas de 10 países diferentes donde el 70% de los encuestados reconocieron que la  crisis económica está vinculada a una crisis de principios y valores éticos que siembra serias dudas sobre la sustentabilidad del proceso de la globalización actual.

¿Dónde está la lealtad para defender lo que creemos y en quién creemos? Un estudio de la Universidad de Waterloo, en Canadá, determina el creciente individualismo de la sociedad. El “tener” está sobre el “ser”, prima el “individuo” sobre la “colectividad” anteponiendo el bien privado al bien común. Los partidos políticos sólo son el reflejo de esta sociedad donde la lucha por el poder y el dinero es despiadada, donde se acepta la utilización de medios ilegítimos para conseguir los objetivos. Un estudio de la Universidad de California, en Berkeley, demuestra que el dinero, y por ende el poder, fomenta el interés personal, la falta de escrúpulos y la aparición del egoísmo.

Los científicos confirmaron que a mayor competitividad mayor nivel de ambición y de deshonestidad. Uno de los experimentos consistió en observar a dos personas que jugaban al Monopoly. Uno de los jugadores no tenía ninguna posibilidad de ganar porque las reglas habían sido manipuladas. Aunque al principio el ganador se sentía algo incómodo con la injusticia y la situación de desigualdad, a medida que iba acumulando dinero se sentía más poderoso e ignoraba las emociones del perdedor. El método del ganador cada vez se hacía más frío y evidenciaba que su único interés era acabar rápido con su oponente y conseguir toda la riqueza. Los científicos confirmaron que a mayor grado de competencia mayor nivel de ambición y menor empatía y compasión sobre lo que pueda pasarle al adversario.

La política es tan sólo el fiel reflejo de la sociedad que entre todos vamos creando. En esa construcción tenemos una responsabilidad que, en la mayoría de los casos, nos negamos a admitir. La ciudadanía debe implicarse y ser conocedora de las decisiones políticas. Shakespeare, en el imponente tercer acto de Julio César, muestra a la plebe como gentuza sedienta de sangre y sin capacidad ni criterio. Muestra como la masa es peligrosa, cualquier cambio propuesto por un líder popular es una invitación al caos y a la destrucción del orden social lo que asegura y afianza el dominio de los privilegiados. El error de César fue querer disminuir el control que la oligarquía senatorial ejercía sobre la construcción romana. Los oligarcas habían ido deshaciéndose de cada uno de los líderes populares que pusieron en cuestión su poder, cómo César al querer imponer cambios que beneficiaran a los pequeños granjeros y al proletariado urbano a costa de la minoría rica. El poder de César alarmó a sus enemigos políticos al tener, en última instancia, un objetivo reformista para, probablemente, aumentar su base social lo que conllevaría romper con la hegemonía de los privilegiados.

Shakespeare escribió esta tragedia sobre 1599 y aún hoy sigue vigente y actual. En el discurso manipulador del arribista Marco Antonio, obra maestra de la oratoria, aparecía este axioma “¡El mal que hacen los hombres les sobrevive! ¡El bien queda frecuentemente enterrado con sus huesos!”


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