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sábado, 22 de octubre de 2016

TENERIFE EN LA SENDA HACIA AUSTRALIA

Javier Lima Estévez. Graduado en Historia por la ULL

Australia, situada en el continente de Oceanía, es una de las islas mayores del mundo con una extensión que supera los 7.000.0000 km2 y una altitud máxima de 2.228 metros. Por su parte, Tenerife, situada en la región de la Macaronesia, tiene una extensión en torno a unos 2.034 km2 y una altitud máxima de 3.718 a través del Pico del Teide. A priori, ambas islas no presentan ningún nexo en común. Sin embargo, hemos observado que la isla tinerfeña fue punto de escala para la expedición que colonizó  Australia a finales del siglo XVIII. Un dato que conocemos gracias a la minuciosa investigación realizada por el desaparecido investigador, doctor en Derecho y profesor universitario, Leopoldo de la Rosa Olivera (1905-1983), reflejando su descubrimiento en un artículo publicado en la Revista de Historia Canaria en el año 1958 bajo el título “Paso por Santa Cruz de los primeros colonizadores de Australia”.

En ese sentido, tras introducir al lector en el motivo de su investigación, señala que tal dato lo ha obtenido a partir de la labor desarrollada por el periodista Edwin Morrisby, quien realizaba una búsqueda de datos sobre la historia de la colonización de Australia. En su trabajo reflejaría el nombre del comodoro Arthur Philip (1738-1814), que salió de Inglaterra en mayo de 1787 y llegó hasta el puerto de la capital tinerfeña el 3 de junio del mismo año. Una expedición protagonizada en su mayor parte por convictos, aunque la idea del propio Philip era llevar al nuevo territorio personas experimentadas en diversos ámbitos.

Cabe recordar que las primeras exploraciones al lugar fueron realizadas por neerlandeses. Sin embargo, serían los británicos los verdaderos artífices del descubrimiento de tal territorio. Para la posteridad ha permanecido el nombre del explorador británico James Cook (1728-1779).

Según anota el propio Leopoldo de la Rosa Olivera, en nuestro puerto permaneció la expedición siete días, siendo la “oficialidad atendida por el capitán general marqués de Branciforte, con el que hicieron una excursión a La Laguna, y que uno de los presidiarios que conducían escapó, pero fue apresado de nuevo”. Para nuestro caso, el interés y la investigación de E. Morrisby, según señala Leopoldo de la Rosa Olivera, se centraría en analizar si los archivos de las islas podían guardar algún tipo de información relacionada con Australia, efectuando toda una serie de búsquedas en los archivos del Museo Canario, apuntando que “ni los oficiales de la Aduana ni los del Santo Oficio visitaron los barcos; la fuga del presidiario fue un simple episodio sin mayor trascendencia”.

La expedición en Tenerife obedeció, simplemente, a la presencia del lugar como un escenario adecuado para tomar provisiones y espacio ideal de escala hacia Australia. “El comodoro Philip y los más elevados oficiales de los buques visitarían La Laguna, y entre aquél y el marqués de Branciforte se cambiarían obsequios”.

En definitiva, dentro de la amplia obra del destacado Leopoldo de la Rosa Olivera, sorprende observar un dato de estas características, que nos aproxima y sitúa en la órbita de la colonización británica de Australia y los protagonistas de esa odisea, actuando la isla de Tenerife como punto de escala.  

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