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sábado, 22 de octubre de 2016

FLORES COMO MOTIVACIÓN

Salvador García Llanos

Un Puerto de la Cruz floreado. Bien. Otro intento de promocionar la ciudad y elevar la autoestima de sus habitantes, con una oferta que debe resultar atractiva. En medio de una impresión muy extendida de desidia y falta de limpieza o mantenimiento en amplias áreas del municipio, la quinta edición del festival ‘Puerto de la Cruz en flor’ (del 23 al 30 de octubre) debe servir para estimular la sensibilidad por los cuidados y adecuada exhibición de los recursos naturales, especialmente aquellos que están a primera vista. Si se quiere mejorar de verdad el aspecto de vías, plazas y rincones, esta es una excelente oportunidad, a sabiendas de que hay que sembrar, generar una cultura de un adecuado y cuidado uso de esos elementos naturalistas. No basta con estar una semana adecentando, regando o embelleciendo entornos: hay que hacerlo de forma sostenible, de forma que en ello se involucren jóvenes, estudiantes, colectivos y agentes sociales.

Cuando ejercíamos responsabilidades públicas municipales, abogamos por un modelo de ciudad-jardín o ciudad-parque, allí donde lucieran permanentemente sus encantos, donde la conservación del patrimonio botánico o la imagen exterior de núcleos urbanos, ya consolidados o emergentes, fuera una razón de ser, para cultivarla con esmero hasta que sonara a timbre de orgullo local. El Puerto es una ciudad de servicios, proclive a los multiplicados consumismos rápidos que generan hábitos desordenados que, a su vez, deterioran el medio ambiente y producen tantos residuos como indolencia a la hora de cuidarlo.

Ahora, el Ayuntamiento y el Centro de Iniciativas y Turismo (CIT) tratan con esta convocatoria bianual exaltar estos valores, incluyendo en la programación, por cierto, un concurso de patios, balcones y circuitos peatonales/comerciales, apto para medir la respuesta de propietarios y vecinos.

En el Puerto siempre hubo recintos ajardinados merecedores de admiración. El Botánico, Sitio Litre, Risco Bello… La influencia británica fue decisiva, dejó huella. Su playa principal, inspiración de César Manrique, lleva también la denominación de jardín. Algunos establecimientos hoteleros, como el Tigaiga, concedieron a sus zonas verdes una esmerada atención. Desde hace varios años en ocasión de fiestas y conmemoraciones, se celebran concursos de ornamentación y cultivo de bonsáis y otras especies.

O sea, que hay razones para que el Puerto floreado sea una motivación común que supere un festival bianual. Tiene que ser una seña de identidad sociocultural que enriquezca los atractivos de la ciudad. En todos los sentidos.

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