Gregorio Dorta Martín
Seguramente el barrio de La Vera no es
popular por su Semana Santa y aunque la misma atesora una enorme riqueza de
tradiciones, anécdotas y curiosidades que, en cierta forma, la puntualizan o le
otorgan. Son los elementos característicos, por encima muchas veces de los
puramente oficiales, que le proporcionan a las procesiones de la Vera su
particular idiosincrasia. No tiene la menor importancia que la mayor parte de
las veces queden sólo en la culminación del barrio, de su antiguo párroco más
notorio y jocoso, DON PEDRO el cura, en compañía perpetua y fiel como la de
MELCHOR, y al salir o pasar la procesión por delante de su propia casa e hizo
que cada paso de cada una fuera algo grandioso, algo masificado, glorioso y
bárbaro. No era para menos.
La Semana Santa de mi barrio comenzaba
como todas, bueno como casi todas…con la procesión de los palmitos,
misericordioso…eso sí, los palmos muy livianos en las manos de todos los
vecinos, pero ese burro con el Jesús encima pesaba no dos kilos, ni cien, creo
que pasaba más de 700 kilogramo. No dramatizo, creo que me quedo corto. ¡Vaya
barbaridad! No sé quién fue su escultor, si Miguel Ángel, Salvador Dalí o el
belga Louis Van Der Vule y todo porque
lo hizo tan pesado y molesto que conste,
cuando salía cada año en el DOMINGO RAMOS no había vehículo, ni rueda, ni nada
para arrastrarlo, iba en hombros de los vecinos, así hubo cierta época que
nadie quería cargarlo, más de una vez le oí gritar a un cargador ¡¡Vaya,
burro!! o algunos más directos, manifestaba “Que lo carguen Don Pedro, el
cura”, Melchor y Don Esteban (que en paz descanse). Dichoso burro de la Vera,
con su estandarte, su Jesús y sus palmos encima, era o fue creado para reventar
el hombro a cualquiera.
Todo ello fueron los elementos
característicos, por encima muchas veces de los puramente oficiales, que le
proporcionan a las procesiones de la Vera su particular idiosincrasia. No
importa que la mayor parte de las fechas queden sólo en la intrahistoria de los
cargadores o de las agrupaciones. En ellos, sin embargo, pervivirá para siempre
el recuerdo, hecho presente cada año, de tantos hechos y tantos momentos que
dejaron huellas indelebles en aquellos vecinos y apasionados que fueron sus
protagonistas y en los que los sucedieron recordándolos. No exagero si digo que el burro entre los
colindantes fue más popular que el propio Jesús que iba encima del pedazo
animal con una hoja de palma, con sus flores hermosas de primavera, todo eso
componían un buen cuadro bello y pintoresco que a pesar de los años aún perdura
en la retina de todos de aquellos muchachos que en esa etapa cumplíamos 18 a 20
años. La gran mayoría por no decir todos nos pasaba los ratos de ocio y de
entretenimiento todas las tarde en el “Club Fuerza Nueva”, que después en los
años de las dictadura a instancia de la propia Guardia Civil que se había
presentado en el círculo como Nueva Fuerza, luego participábamos en todos o la
mayoría de actos religiosos y cuando no había mucha gente para cargar los
santos, allí estaba todo el grupo para echarle una mano a DON PEDRO el cura,
que se las veía y se las deseaba para sacar al burro en la procesión de los
palmitos. Por mi altura casi siempre me escapaba, mi único compañero era el
amigo Ulises (q.e.p.d) y encima nos poníamos detrás y cuando bajaba la rampa
del Bar Tinerfe a la Iglesia, los cargadores de la parte delante soltaban
gritos de auxilio que nombraban hasta nuestras madres. Además, no sé en qué año
y porque motivo hubo cierto cargadores a instancias de Don Pedro, el cura que salieron corriendo o volando con el burro
a cuesta y aquello fue muy comentado, es decir en una procesión que normalmente
tardaba cuatro horas, esta hizo un auténtico record de una y media o dos horas.
La verdad que los cargadores terminaron en aquella etapa sin ganas de volver a
repetir semejanza hazaña. Seguro que más de uno que estará leyendo ese artículo
y que sea del barrio se estará recordando todas esas aventuras de las
peregrinaciones de Semana Santa de la Vera. De la misma manera, recuerdo
también que debajo del gran estandarte del burro con Jesús encima había bebida y
comida y lo menos que había era agua, fue también algo muy curioso de la Semana
Santa que tanto aún recordamos.
En fin, en aquella etapa éramos un
ejemplo de barrio, había excelentes vecinos y una Semana Santa muy pintoresca,
ocurrente y muy seria. Sin embargo, lo peor tocaba el primer domingo cuando
había que sacar a hombros al burro de La Vera.
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