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domingo, 3 de enero de 2021

LA POSICIÓN DEL MERIDIANO EN EL HIERRO Y LA MEDICIÓN DEL TEIDE: LOUIS FEUILLÉÉ (1724)

José Melchor Hernández Castilla

Louis Feuillée (1660-1732), religioso, astrónomo y botánico, era un experto viajero científico. La Academia de Ciencias francesa envío a Feuillée a Canarias en 1724 para “fijar con certeza la posición de la isla del Hierro y para determinar la diferencia en longitud entre dicha isla y el Observatorio de París” (Alfredo Herrera Piqué, 1987). En su viaje, estaba acompañado de su ayudante Charles Verguin, alumno de su amigo el matemático e hidrógrafo P. Laval.   

Feuillée Llegó al puerto de Santa Cruz de Tenerife el 23 de junio de 1724. En varias ocasiones, calculó la latitud de San Cristóbal de La Laguna, señalando como la más aproximada: latitud 28 grados, 29 minutos, 42 segundos. En su paso por la ciudad lagunera, comentó: “en medio de las aguas de un riachuelo que atraviesa un campo muy estéril en verano… en invierno las caudalosas aguas que caen de las montañas hacen de este campo un gran lago… los habitantes de La Laguna han encontrado a estas aguas una salida, donde han construido varios molinos que las aguas hacen girar”. El 18 de julio, junto al con cónsul Porlier, visitó a un viejo médico, el cual le aseveró: “Las enfermedades venéreas.... que ellas son allí tan comunes que los niños de pecho son atacados, y lo que es más sorprendente, que ellos nacen con esta enfermedad”.

Medición de la altitud del Teide. El 30 de agosto, Feuillée, se trasladó a la villa de La Orotava, a la casa del marqués de la Florida. El 1 de septiembre, se instaló en el llano de La Paz, desde donde se observaba el Pico del Teide, con objeto de hacer la medición trigonométrica; así, la primera estación  se encontraba al borde del mar, en la playa de Martiánez: “el agua venía a batir a mis pies”. La segunda estación distaba 409,29 metros. Desde ambas perspectivas, Feuillée trazó dos triángulos delineados, utilizando su cuarto de círculo (instrumento de medición), tomando como referencia el Pico del Teide, y después de varios cálculos, estimó la altura del Teide sobre el nivel del mar sobre 4.313 metros.

La Posición del Meridiano en El Hierro. “El principal objetivo del viaje consistía en verificar la posición de la isla del Hierro” (Alfredo Herrera Piqué, 1987). El 10 de agosto, partió Feuillée desde el Puerto de La Orotava a El Hierro. Al día siguiente, se encontró en Santa Cruz de La Palma, y el día 12, ya estaba en una rada, próxima a Valverde. Se alojó en el Convento de San Francisco de Valverde. Permaneció, junto a su ayudante Verguin, 8 días en la capital herreña. Feuillée, en su estancia en la isla, se quejaba del inconveniente de un cielo permanentemente brumoso: “durante la estancia que hice en esta isla, observé que los vientos son casi siempre del norte. Las gentes del país me lo confirmaron. El viento que purifica el aire en Europa trae aquí nubes tan espesas que raramente se ve el cielo, principalmente durante la noche; el gran calor del sol las disipa, algunas veces, una parte del día, lo que sucede con poca frecuencia, pero a la llegada de la noche las nubes vuelven y ocultan el cielo”. Así, usando la posición de Valverde con respecto al Pico del Teide, dedujo una distancia de 19 grados, 55 minutos y 3 segundos entre la longitud del Hierro (Valverde) y la del Observatorio de París. El 21 de agosto, se trasladó a La Gomera, para luego dirigirse al Puerto de La Orotava. Así, describió Feuillée la isla del Hierro: “se ve en la isla del Hierro todos los frutos que tenemos en Europa, el escaso terreno no permite que haya gran cantidad; los habitantes son pocos y su cosecha les es suficiente; las uvas y los higos tienen allí un gusto maravilloso, pero no se ven sino pocas viñas e higueras. Los habitantes son muy pobres y el país muy estéril. El pueblo (Valverde) sólo está integrado por unas casas, la mayor parte de los habitantes viven bajo las rocas o en las cuevas excavadas bajo tierra. Varios años ante la esterilidad fue tan gran grande que hubo muchos animales que murieron de hambre”.    

Feuillée escribió lo siguiente sobre La Orotava: “esta villa sin amurallar está edificada en la escarpada pendiente de una elevada montaña de la que brota una fuente maravillosa, se la conduce a la villa por canales de madera elevados sobre el terreno. Estas aguas hacen girar varios molinos. Después, se las divide en distintos canales para la comodidad de los habitantes, que riegan sus jardines y se sirven de ellas para su uso doméstico”.

El 6 de septiembre, se trasladó a San Cristóbal de La Laguna donde se hospedó durante un mes. El día 10 de octubre, salió del puerto de Santa Cruz de Tenerife con destino a su país.

Las observaciones y notas recogidas por Louis Feuillée (Historia Antigua y Moderna de las Islas Canarias, hecha por orden del Rey por el Reverendo Padre Luis Feuillée, Mínimo, Matemático y Botánico del Rey) fueron entregadas por el mismo autor a la Academia de Ciencias de París, pero la Academia no las publicó. Los primeros comentarios críticos de la obra de Feuillée fueron realizados y publicados en 1742, por Giovanni Domenico Maraldi (1709-1789) y Pierre Charles Le Monnier (1715-1799). En 1746, Nicolas Louis de La Caille (1713-1762) dio a conocer un extracto del viaje de Feuillée a Canarias en 1724. Según La Caille, las latitudes y longitudes calculadas por Louis Feuillée de San Cristóbal de La Laguna y La Orotava estaban bien efectuadas. No obstante, la posición geográfica del Pico del Teide y la de El Hierro no eran precisas. Para efectuar medidas más exactas, según La Caille, Feuillée debería haber trazado un plano exacto de la isla de El Hierro, con el objeto de poder situar el primer meridiano en un punto fijo, ya sea en el cabo más occidental o en su montaña más alta.

Descripción de Louis Feuillée sobre las Islas Canarias (1724)

“Los españoles que habitan actualmente en Las Islas Canarias son muy amables, dulces, civilizados, honrados y muy atractivos, sutiles, finos, penetrantes, bastante haraganes y viven la ociosidad. Se consumen en gastos inútiles, pasan su vida en vanos placeres, aman la magnificencia en sus vestidos; por lo que pronto terminan siendo pobres. Los labradores están curtidos en el trabajo, soportan con paciencia el peso del día y los excesivos calores que se sienten en estas Islas casi todas las estaciones del año; son robustos y de un temperamento fuerte y vigoroso; aunque llevan una vida miserable, se contentan con poco alimento. La mayor parte no comen pan ni carne, beben agua y muy poco vino…

La cosecha de granos se hace en varios lugares dos veces al año, en febrero y en mayo, lo que indica la bondad y fertilidad del terreno. El trigo es excelente, la cebada, los guisantes, las habas, y generalmente toda clase de legumbres y de granos que tenemos en Francia son allí comunes. El maíz, tan común en toda América y en África, es muy utilizado en todas las islas, habiendo variedades de diferentes colores, rojo, negro, azul, etc. Su harina no presenta estos colores, siendo siempre blanca. Muchos creen que el pan de maíz es mejor para la salud que el trigo común. Lo que se alimentan con él no tienen nunca mal color, ni están sujetos a obstrucciones, lo que yo he observado en mis viajes, incluso por propia experiencia…

Las principales riquezas de las Islas Canarias proceden de las buenas cosechas de vino que allí se hacen. No hay en el mundo vino más delicado ni más delicioso. Los mejores son lo que se recogen en Gran Canaria, en Tenerife y en la isla de La Palma. Los hay de dos clases, la primera es la malvasía y la segunda el vino seco. La malvasía se divide en dos, de primera y de segunda. Los ingleses comercian con la primera, que es la más delicada y más agradable al paladar.

Los hamburgueses y los holandeses comercian con la segunda, que no tiene la dulzura y delicadeza de la primera. Los vinos secos son apreciados por los que realizan largos viajes. Estos vinos no se estropean nunca por muchas tempestades que haya en el mar. Los vinos de las Canarias, así como los de Madeira, son los únicos que pueden dar la vuelta al mundo sin sufrir ningún tipo de alteración. Las Islas Canarias están provistas de todas las cosas de las que acabamos de hablar, aunque de forma desigual. Fuerteventura es la más abundante en trigo y en aves domésticas. Lanzarote es la más apreciada por sus caballos. La Gomera es famosa por su caza mayor. La isla de El Hierro es célebre por sus ovejas y cabras. Tenerife, Gran Canaria y La Palma, las más conocidas por sus vinos…

Los Cónsules Generales de Francia, de Inglaterra, de Holanda y Génova tienen su residencia en la isla de Tenerife, para así facilitar el comercio de sus naciones. Desde siempre, habían tenido en sus puertas los escudos de sus reyes y de sus repúblicas. El gobernador general de las Islas las hizo retirar por una orden expresa del Rey en 1722, lo que causó algunas desavenencias.

Se asegura que sólo en la isla de Tenerife se recogen todos los años alrededor de veinte mil pipas de vino, de las que la mitad es malvasía y la otra es de vino seco. Cada pipa tiene una capacidad de diez quintales. Las otras Islas también producen pero sus vinos son de una calidad inferior a los de la isla de Tenerife. Además de los que acabo de hablar, se producen todos los años al menos mil pipas de aguardiente, que se cargan en los barcos que van a América, o a las costas de Guinea…

Las Islas sufrieron muy malas cosechas en 1721, 1721 y 1722. Durante estos tres años, no se recogió ni vino, ni trigo, ni otros granos, ni frutos. Esta esterilidad arruinó completamente el comercio y dejó a sus habitantes en una extrema miseria. La mayor parte se ha visto obligada a vender sus joyas y muebles para poder vivir. Pasará mucho tiempo antes de que esta pobre gente puede restablecerse y volver a su anterior estado. A esta desgracia, le siguió otra el 25 de octubre del año 1722. En todas las Islas, se sintieron los efectos de un furioso y terrible huracán. La isla de Tenerife fue completamente devastada. Este huracán echó a pique casi todos los navíos que se encontraban en los puertos, se derrumbó un gran número de casas, y muchos árboles fueron arrancados y tumbados y los viñedos se arruinaron por completo. En una palabra, el desastre fue tan grande que numerosas y abundantes cosechas de diferentes frutos no pudieron repararlo. En 1704 y 1706, la isla de Tenerife sufrió los efectos de otros dos huracanes que arruinaron por completo la pequeña ciudad de Garachico y sus alrededores” (Louis Feuillée, 1726). 

Bibliografía:

-      Herrera Piqué, Alfredo (1987). “Las Islas Canarias, escala científica en el Atlántico: el primer meridiano. Louis Feuillée y los comienzos de la exploración científica de las Islas Canarias. Páginas 2-38.

-  Pugi-Samper, Miguel Ángel; Pelayo, Francisco; 1997. “El Viaje del Astrónomo y Naturalista Louis Feuillet a las Islas Canarias (1724). Páginas 87-96; 117-121.

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