Evaristo Fuentes Melián
Benditos bares
Perder bien es aprender a mirar con ojos
ajenos las razones del batacazo. Necesitaríamos colocarnos en la piel de quien
nos juzgaba.
David Trueba
Si uno de los lastres de la propuesta
olímpica madrileña ha sido la incapacidad para involucrar a todos los sectores
profesionales y a la juventud desencantada en la carrera por los Juegos,
regodearse en la derrota solo contribuirá a una manera de conformarse como país
que nos viene perjudicando en las últimas dos décadas. Perder bien es aprender
a mirar con ojos ajenos las razones del batacazo. Necesitaríamos colocarnos en
la piel de quien nos juzgaba.
Por las crónicas de los últimos días
sabemos que la Operación Puerto, la fallida redada contra el dopaje, nos dejaba
en una posición incómoda. Acrecentada por la incapacidad nacional para asumir
que alguno de sus héroes tienen los tobillos de plomo. El caso Armstrong, donde
la oficina nacional no ha cejado, incluso tras la retirada del deportista más
amado del país, de rastrear hasta alcanzar la verdad, pesara a quien pesara, no
es comparable a las conclusiones españolas en ese terreno. La otra gran lacra,
ya casi convertida en rasgo nacional, es la falta de preparación intelectual de
nuestros políticos. Alumnos de un sistema donde el aprendizaje de lenguas es un
esfuerzo que mejor que hagan los demás, contaminan con su cerrazón a ese joven
español que puede llegar a la adolescencia sin haber visto una película
subtitulada ni familiarizarse con que allá fuera y aquí dentro hay lenguas
hermosas que merece la pena abrazar.
Con las federaciones deportivas en alarma
roja contable y los medios de comunicación volcados sobre un único deporte
millonario, España ofrece éxitos personales de atletas concretos, nunca un
andamio estructural. De pasear por La Peineta un día de diario los jueces
habrían obtenido una sensación penosa de abandono y malversación. No todo lo
tapa la buena intención y el decorado. Coca-Cola, que es la empresa que conoce
el alma olímpica como nadie, hace meses que lanzó una mirada a España para
proponer un anuncio optimista y animoso y lo único que encontró es una loa a
sus benditos bares. Fue sintomático. Si los juegos consistieran en ejercicio de
barra, de bar, los Juegos Olímpicos serían nuestros. Ahora toca pensar un
Madrid para 2020 que presente una cara menos siniestra e indiferente del Madrid
que nos vienen proponiendo cuando los jueces olímpicos no andan de visita.
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