José
Peraza Hernández
Estos
días he estado pensando en lo que me ha dicho mi amigo del alma: “aparcar en el
Puerto te va a costar dinero”. No entendía nada de lo que decía, y le achuché
para que se explicara. El socarrón de mi compadre, con cara burlesca y mirada
pícara, me espetaba, 1.500 aparcamientos gratuitos se esfuman en el aire y
aparecen 3.000 aparcamientos de pago. Dudé de lo que escuchaba, y traté de
convencerle de que me estaba vacilando. Ante mi actitud, sacó un documento y
comenzó a enseñarme los proyectos de todos los aparcamientos de la ciudad. Uno
me llamó la atención, el aparcamiento cerca del Instituto Viejo. Alguien me
había comentado la posibilidad de un Gran Parque Infantil, algo único en el
valle. Pero, lo visto, un aparcamiento producía más beneficios.
Y
mientras mi amigo miraba mi cara de tonto y seguía sonriendo, me sentí agobiado
por tanto coche y tanto aparcamiento en un pueblo tan pequeño como el Puerto de
la Cruz. Recuperando el aliento, le pregunté si los concejales estaban de
acuerdo con estas ideas y qué pensaba el Alcalde de la ciudad. Mi compadre, sin
compadecerse de mí, y mirándome a los ojos, me afirmó, ellos tiene sus
aparcamientos gratuitos en el Plaza de Europa, ¿no lo sabías?
Al final,
después de todo lo oído, entendí que todos íbamos a pagar los aparcamientos; no
obstante, los que habían decidido ponerlo pago les iban a salir gratis.
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